La
tarde era estupenda y parecía un crimen quedarse en casa. La única pega del
comienzo de la primavera, es que todo el mundo aprovecha los primeros rayos de
sol para ir a pasear. Y allí estábamos todos, paseando y aprovechando la luz
del atardecer. Comenzaba la primavera y había que dar el primer paseo de la
temporada.
“Primavera”
debe significar algo así como “primer verdor” y es una época donde se producen
sentimientos contradictorios. Por un lado la ilusión de volver a disfrutar de
la luz y por otro el bajón que supone el cambio de horario y la conocida “astenia
primaveral”.
En
primavera hay más luz y dicen que la luz es el sincronizador de todos los
ciclos que ocurren en nuestro cuerpo. En
los países donde la luz escasea, se recurren a tratamientos con lámparas especiales para poner en marcha dichos procesos.
Pero
ante la indudable ventaja de la cantidad de luz, surge el cansancio generalizado que todo lo
invade. Durante estos días todo el mundo que me rodea comenta lo mismo, todo el
mundo está agotado.
Por
lo que he leído la famosa “astenia primaveral” es un estado de ánimo más que una
enfermedad. Los síntomas son conocidos: cansancio, somnolencia, pocas ganas de
hacer nada, etc. Yo creo que todo esto se debe a los diferentes cambios de
horarios a los que nos someten en pos del ahorro energético. Otro día
hablaremos de este supuesto ahorro… yo no lo tengo muy claro.
El
caso es que después de un paseo viendo el mar y el sol esconderse tras las
montañas, llegué a casa y al abrir la nevera en busca de cosas ricas para
cocinar, me encontré con dos calabacines que estaban diciendo: ¡cómenos! He de
reconocer que el calabacín es una verdura que no me dice gran cosa y que
normalmente la cocino cuando veo que se va a estropear. Pero esta vez no,
quizás por el comienzo de la primavera pensé que una tortilla de calabacín podía
estar bien buena.
Y
aquí os presento los ingredientes de mi tortilla: media cebolla, un puerro, un
par de dientes de ajo, huevos y el
calabacín. Todo ello bien troceadito para ir poniéndolo en la sartén.
La
elaboración de este plato es muy sencilla. Lo más importante para que todo
salga bien es tener una buena sartén antiadherente y no pasarse con la sal.
Primero
ponemos el ajo, cuando comience a dorarse añadimos la cebolla y un poco más
tarde el puerro, dejar dorar.
Es
el turno del calabacín. Antes de cortarlo todo en daditos pequeños, he cortado
unas tiras finas con un pela vainas o pela patatas para ponerlas luego de
acompañamiento.
Removemos bien el calabacín con la cebolla, el puerro y el ajo
y lo dejamos “pochar”. Alguna vez ya he comentado que yo suelo ayudar con agua,
cuando veo que la cosa comienza a quemarse le añado un poco de agua.
Mientras, batimos (en este caso) cuatro huevos y le añadimos una pizca de sal o pimienta,
al gusto.
Más
tarde, y como si de una tortilla de patata se tratara, unimos nuestras verduras
con el huevo batido, lo mezclamos bien y a la sartén.
Aquí
cada uno utilizará su técnica. Hay quien hace la tortilla a fuego fuerte para
que se tueste, otros a fuego suave para que quede más clara…
Yo
no tengo una técnica definida, aunque cada vez más utilizo la de mucho calor al
principio y luego fuego suave. Depende del día.
Y
lo dicho, aquí hace falta una buena sartén para que al dar la vuelta la
tortilla no se quede pegada.
Una
vez que nuestra tortilla no se ha desmoronado por el camino, que la de calabacín
es más propensa a ello, pasamos a freír las laminas que habíamos cortado antes
y las ponemos de acompañamiento.
Una
cena fresca y muy sabrosa para una tarde con luz de primavera.