jueves, 29 de marzo de 2012

Tortilla de Calabacín de Primavera


La tarde era estupenda y parecía un crimen quedarse en casa. La única pega del comienzo de la primavera, es que todo el mundo aprovecha los primeros rayos de sol para ir a pasear. Y allí estábamos todos, paseando y aprovechando la luz del atardecer. Comenzaba la primavera y había que dar el primer paseo de la temporada.


“Primavera” debe significar algo así como “primer verdor” y es una época donde se producen sentimientos contradictorios. Por un lado la ilusión de volver a disfrutar de la luz y por otro el bajón que supone el cambio de horario y la conocida “astenia primaveral”.


En primavera hay más luz y dicen que la luz es el sincronizador de todos los ciclos  que ocurren en nuestro cuerpo. En los países donde la luz escasea, se recurren a tratamientos con lámparas especiales  para poner en marcha dichos procesos.

Pero ante la indudable ventaja de la cantidad de luz,  surge el cansancio generalizado que todo lo invade. Durante estos días todo el mundo que me rodea comenta lo mismo, todo el mundo está agotado.


Por lo que he leído la famosa “astenia primaveral” es un estado de ánimo más que una enfermedad. Los síntomas son conocidos: cansancio, somnolencia, pocas ganas de hacer nada, etc. Yo creo que todo esto se debe a los diferentes cambios de horarios a los que nos someten en pos del ahorro energético. Otro día hablaremos de este supuesto ahorro… yo no lo tengo muy claro.


El caso es que después de un paseo viendo el mar y el sol esconderse tras las montañas, llegué a casa y al abrir la nevera en busca de cosas ricas para cocinar, me encontré con dos calabacines que estaban diciendo: ¡cómenos! He de reconocer que el calabacín es una verdura que no me dice gran cosa y que normalmente la cocino cuando veo que se va a estropear. Pero esta vez no, quizás por el comienzo de la primavera pensé que una tortilla de calabacín podía estar bien buena.

Y aquí os presento los ingredientes de mi tortilla: media cebolla, un puerro, un par de dientes de ajo, huevos  y el calabacín. Todo ello bien troceadito para ir poniéndolo en la sartén.


La elaboración de este plato es muy sencilla. Lo más importante para que todo salga bien es tener una buena sartén antiadherente y no pasarse con la sal.
Primero ponemos el ajo, cuando comience a dorarse añadimos la cebolla y un poco más tarde el puerro, dejar dorar.


Es el turno del calabacín. Antes de cortarlo todo en daditos pequeños, he cortado unas tiras finas con un pela vainas o pela patatas para ponerlas luego de acompañamiento.


Removemos bien el calabacín con la cebolla, el puerro y el ajo y lo dejamos “pochar”. Alguna vez ya he comentado que yo suelo ayudar con agua, cuando veo que la cosa comienza a quemarse le añado un poco de agua.

Mientras, batimos (en este caso) cuatro huevos y le añadimos una pizca de sal o pimienta, al gusto.


Más tarde, y como si de una tortilla de patata se tratara, unimos nuestras verduras con el huevo batido, lo mezclamos bien y a la sartén.


Aquí cada uno utilizará su técnica. Hay quien hace la tortilla a fuego fuerte para que se tueste, otros a fuego suave para que quede más clara…

Yo no tengo una técnica definida, aunque cada vez más utilizo la de mucho calor al principio y luego fuego suave. Depende del día.

Y lo dicho, aquí hace falta una buena sartén para que al dar la vuelta la tortilla no se quede pegada.
Una vez que nuestra tortilla no se ha desmoronado por el camino, que la de calabacín es más propensa a ello, pasamos a freír las laminas que habíamos cortado antes y las ponemos de acompañamiento.


Una cena fresca y muy sabrosa para una tarde con luz de primavera. 

jueves, 22 de marzo de 2012

Pastel de Carne Athletic


Por la mañana el plan resultaba muy apetecible, pero después de comer un domingo la cosa cambia bastante.
Me habían dejado dos carnets de socios para ir al fútbol. La ocasión era perfecta porque ¡por fin!, iba a llevar a uno de mis hijos a ver un partido a San Mames. No había excusas, un buen partido Athletic-Valencia, buena hora, buen clima… todo perfecto, pero…


El tsunami de pasión futbolera que recorre estos días la región, hizo que me armara de valor y afrontara con alegría la tarde de fútbol que se me venía encima. Me imagino que el asunto es una cuestión de costumbres, si todos los domingos fuera a ver partidos la cosa seria más llevadera, digo yo.  
Superada la pereza inicial todo fue bien, salvo el resultado que no fue positivo y muy abultado para lo que en el terreno de juego se vio.  


Aunque eso es lo que creo, porque las pocas veces que he ido a ver un partido de fútbol,   además de no haber visto ganar al Athletic en San Mames, tengo dudas de que lo que yo he percibido es lo mismo que lo que todo el mundo. Me explico. Cuando voy a ver un partido mi concentración es máxima para no perderme una jugada, consciente de que no voy a poder ver la repetición. A pesar de mi concentración, las jugadas se me van olvidando según ocurre una nueva. Al final del partido me acuerdo de tres o cuatro cosas. No me entero de quien mete los goles, la gente hace comentarios de admiración ante cosas que a mí me parecen muy básicas… vamos que no se ver fútbol en directo, necesito a los comentaristas y las repeticiones. Pero bueno, será acostumbrarse...


Y todo esto para hacer un plato homenaje al Athletic de Bilbao. La euforia está desatada tras eliminar al Manchester en la “Europa League” y no es para menos. Ojalá que la cosa termine bien. Por cierto no he puesto mi foto en el arco de San Mames para no dar envidia a nadie  (véase en la entrada “Bilbao”)

Para dicho homenaje pensé en un plato con los colores del equipo, pero al llegar a casa y ver  lo que había descongelado para el día siguiente pensé que los colores serian el acompañamiento.
Aquí están los ingredientes del  pastel de carne. Hay mil formas de hacerlo y miles de ingredientes, pero al final el concepto es el mismo. Yo lo he hecho con unas verduritas (cebolla, pimiento verde, ajo y zanahoria) en trocitos, carne picada, unos tacos de bacón y huevos.


Lo primero es poner las verduras a “pochar” en una sartén. Fuego fuerte al principio y luego más suave para que las verduras se hagan. Yo les suelo ayudar con agua.  
Cuando las verduras están blandas y comestibles si se quiere se puede añadir una pastilla de caldo para dar más sabor. Hay otra receta en la que se añaden polvos de crema de champiñón. Al gusto.


Cuando todo está bien mezclado, es el momento del bacón. Dejar que suelte su grasa pero que no se haga mucho.


Por último entrará en juego la carne picada, hacerla pero sin pasarse.


Cuando tengamos la carne cocinada la mezclaremos con los huevos batidos. Yo he puesto cuatro huevos para medio kilo de carne, y la cosa ha funcionado. Si la mezcla queda muy densa se le puede añadir un poquito de leche.


Ya sólo falta poner el resultado en un molde untado con mantequilla y meterlo al horno a 220 grados durante media hora más o menos y en una bandeja con un dedo de agua.


Para saber si nuestro pastel está en su punto, introducir un cuchillo en medio y ver que salga seco, más o menos. Si tenemos dudas, dejarlo un poco más y poner papel de aluminio por encima para que no se queme.
He pasado miedo para sacarlo del molde pero lo he conseguido. Por si acaso había sacado otra foto dentro del molde ya hecho, pero no ha hecho falta.


Y aquí está mi homenaje al Athletic con este delicioso pastel de carne acompañado de un puré de patata de lo más atlético.  


A ver si comiendo esto me entero cuando voy al fútbol.





jueves, 15 de marzo de 2012

Timbal de revuelto de gambas


Habíamos desayunado mucho, lo clásico cuando duermes en un hotel. Te levantas con el propósito de desayunar como un día cualquiera, y al ver la cantidad de cosas que puedes poner en tu plato, no paras de hacer viajes de tu mesa al mostrador.
Comienzas con un poquito de fiambre (aunque jamás desayunes fiambre), luego decides tomar un selección de panes, unos cerealitos, un zumo o dos, otro viaje de embutidos, un poco de queso, bollería variada, fruta sana… y cuando estás a punto de reventar es cuando, por fin, decides tomarte el café de todos los días.
Con ese panorama, la única alternativa del día era pasear sin parar hasta conseguir hacer un mínimo hueco en el estomago.
Estábamos en Hondarribia o Fuenterrabía y decidimos pasar la frontera y darnos un garbeo por  Biarritz o Biárriz (Francia).
Biarritz era un pueblo de pescadores de ballenas cuyo nombre original era Beariz. En 1843 el escritor, dramaturgo, poeta, político e intelectual francés Víctor Hugo la visitó y la puso de moda, el pequeño pueblo comenzó a cambiar.
El encanto de su costa  y la calidad de sus aguas hizo que la Emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, hiciera construir en la playa un palacio, hoy en día conocido como Hotel du Palais.
En aquella época los médicos recomendaban los baños de mar en Biarritz por sus propiedades terapéuticas, así que la cosa creció y se construyó el Casino, consiguiendo atraer hasta la familia real Británica que pasó temporadas en Biarritz.
Al pasear por sus calles y paseos fuera de la época estival, se aprecia “cierta” decadencia. El lugar es maravilloso, pero recuerda al típico lugar de veraneo en el que todo parece estar medio cerrado, impregnado de salitre y en el que no se respira mucha vidilla. Quizás era el día y mi estomago rebosante…
En homenaje a Biarritz había pensado hacer una tortilla francesa pero me ha parecido muy simple y he elaborado algo más “sofisticado”, el timbal de revuelto de gambas.
He leído que la tortilla se come desde que el hombre es hombre y se llama francesa porque durante el asedio de los franceses en 1810, en la zona de Cádiz, ante la escasez de alimentos, decidieron hacer la tortilla de patata sin patata, porque no había.
Desde entonces se conoció como “la tortilla de cuando los franceses” y se siguió elaborando por las familias gaditanas cuando al mercado no llegaba mercancía, o sea patata.  
Dicho esto os presento los ingredientes de los timbales: huevos, gambas, ajo y perejil. Para este plato es necesario tener en casa un molde de gelatina o similar para poder dar forma a la preparación.
Esto es muy sencillo y muy resultón para una cena improvisada. Lo primero es picar unos ajos, ponerlos en aceite con un poco de perejil y al de un rato introducir las gambas.
Mientras las gambas ofrecen su sabor,  batimos unos huevos (uno por persona) y untamos de mantequilla el molde de gelatina.
Una vez que las gambas han soltado su esencia (no dejar que se hagan del todo), las escurrimos y las unimos al huevo batido. Aquí se puede añadir una pizca de sal, pero cuidado que las gambas aportan su sal y si te pasas puedes estropear la cena.
Mezclamos bien gambas y huevo y rellenamos nuestros moldes. Yo tengo un truco para que todos los timbales salgan parecidos, es poner el mismo número de gambas por persona. Parece una bobada, pero de esa forma sabes que en cada timbal van 3 ó 4 ó 5 gambas y así a la hora de rellenar no empiezas poniendo muchas y luego te quedas sin ellas, que suele pasar…
Importante: ponemos el molde, o moldes, en la bandeja del horno con un dedo de agua y lo metemos al horno previamente calentado a  200 grados. Lo dejamos hasta que veamos que el timbal se escapa de su hueco, unos 10 minutos, pero hay que controlarlo que se puede secar demasiado. Mientras los timbales crecen en el horno podemos hacer una salsa rosa para acompañar.
Ya tenemos un plato de alta cocina francesa perfecto para cenar un día de esos en los que has desayunado en un hotel.






jueves, 8 de marzo de 2012

Pasta Carbonara. San Sebastián


He estado muchas veces en San Sebastián, pero siempre trabajando y nunca había visitado la ciudad como un turista relajado. Hace poco he tenido la suerte de hacerlo, he ido a San Sebastián a pasear.


La ciudad de San Sebastián es famosa por muchas cosas, una de ellas es su festival de cine al que acuden estrellas de primer orden, por su festival de Jazz, por la Concha (la playa) por  haber sido lugar de veraneo de reyes, reinas y demás, por sus bares llenos de pinchos o tapas, por sus calles, por sus gentes y por muchas cosas que seguro me olvido.

Para mí hay una zona mágica que me genera sentimientos encontrados. Es la zona donde se encuentra la obra de Eduardo Chillida “El peine del Viento”, aunque casi todo el mundo la llama “El peine de los vientos” cuando lo lógico sería “Los peines del viento”. Se trata de un conjunto de tres esculturas, “peines”, trabajados en acero y adosados a la roca.


Su posición hace que el mar les azote, creando imágenes espectaculares los días de temporal.
Al contemplar el lugar pienso en dos cosas: qué tomadura de pelo y qué genial. 


Tuerces unos hierros, los pones cerca del mar y ¡ala! a vivir del cuento. Pero por otra parte me imagino al autor en los años 70 explicando a las autoridades locales su idea, y me parece un fuera de serie.



El caso es que al ver las esculturas y su interacción con el mar, hay algo que te hace disfrutarlo, que te hace pensar, que remueve las ideas, no sabes si te gusta o no,  pero tu cabeza ha comenzado a funcionar… y eso debe ser el arte.

Pues bien en homenaje a “El peine del viento” voy a hacer Pasta Carbonara. La relación entre el peine y la pasta carbonara puede ser que este tipo de pasta se hace siempre con pasta larga: espagueti o tallarín y ese tipo de pasta hay que desenredarla.

Pero cuál fue mi sorpresa al abrir el armario donde guardo la pasta  y ver que sólo tenía un paquete de los llamados tiburón. ¿Por qué se llamaran tiburones? No me importó nada en absoluto porque se puede hacer con la pasta que uno quiera. 

Aquí están los ingredientes: pasta, taquitos de beicon, unos dientes de ajo, nata que no se ve y unos huevos.


Lo primero es poner a hervir la pasta y mientras eso ocurre, pasamos por la sartén los trozos de beicon.


Cuando estén dorados pero no quemados, les añadimos la nata y lo dejamos reducir unos minutos. La cantidad de nata dependerá de si te gusta la salsa más o menos líquida.


Luego unimos la nata y el beicon con la pasta  escurrida y lo mezclamos bien. Si ves que hace falta más nata, es el momento de añadirle más.



La pasta carbonara tiene mil versiones y cuenta la leyenda que recibe su nombre porque era el plato típico de los elaboradores de carbón vegetal en los Apeninos (carbón-carbonari), otras teorías dicen que su nombre se debe al uso de la pimienta, que al oscurecer el plato recuerda al carbón.

En la receta original no aparece el beicon, su incorporación parece que fue cerca del año 1944 introducido por las tropas aliadas tras la Segunda Guerra Mundial.

Tampoco en la receta original aparecen las hierbas de Provenza pero yo voy a utilizarlas. Si prefieres ponles un poco de pimienta.


Y llega el toque final que es añadir un par de huevos (añadir según cantidades) y mezclarlo muy bien. Es el momento de la sal.


Hay quien primero bate los huevos y luego los añade, hay quien hace la mezcla al baño María para conseguir una textura más fina… vamos que hay mil formas de hacerlo, pero creo que esta es sencilla y si le coges el punto a la salsa la cosa está muy buena.


A ver si consigo peinar mis tiburones carbonara.