martes, 20 de octubre de 2015

Gormaz y los pimientos rellenos

Adentrarse por aquellas tierras a caballo era muy arriesgado, pero las noticias que llegaban al norte desde la frontera del Duero merecían un largo viaje. El joven Inguma estaba cerca de su destino, pronto iba a descubrir si era verdad lo que tantas veces había escuchado a soldados y trovadores. 
Entre los árboles comenzaba a verse un gran claro y antes de que el bosque terminara, bajó de su caballo y con mucho cuidado apartó unas ramas.


 ¡Allí estaba!  Jamás en su vida había visto nada igual. Todo lo que había oído era cierto. ¡Era la fortaleza mas grande que jamás se había construido!. Su silueta era imponente y desde lo alto se podía controlar toda la extremadura del Duero.


Al ver aquella construcción, imaginó sus primeros moradores... los celtas... levantando los primeros muros, luego a los romanos vigilando la llanura, y no hacia mucho a los godos... Ahora estaba en manos de los musulmanes, que lo habían transformado en una imponente fortaleza.


Todo el mundo era consciente que quién dominaba esta construcción, dominaba el valle del Duero, por eso eran normales las batallas para su conquista. La ultima gran victoria había sido la del temible Almanzor. Eran muchos los trovadores que cantaban sus hazañas, sobre Ramiro III de León, Gracia Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra, aquí en Gormaz.


Inguma estuvo un buen rato escondido contemplando en silencio el movimiento dentro de la fortaleza. Soldados vigilantes recorriendo las murallas, puertas que de vez en cuando se abrían para dejar pasar carros con alimentos, ruidos metálicos que recordaban que aquella zona era la frontera y era peligrosa. 


Por fin, despertó de su letargo y decidió seguir su camino. Al montar en su caballo pensó ¿qué será de aquel lugar dentro de mil años? ¿quién lo habitará?.


Lo que no se imaginaba Inguma es que poco mas tarde el castillo de Gormaz iba ser administrado por el mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar, “el Cid”  y que con el tiempo, lo que en su época fue una de la mayores obras de Europa, se iba a convertir en una ruina un poco abandonada y difícil de mantener.


Seguramente que en estos castillos el tema de la comida era algo muy importante. Largos periodos de asedio en los que el agua y el alimento era fundamental. Lo que seguramente no tenían a mano eran estos pimientos rellenos de gambas con salsa de txipiron.  Seguramente si los hubieran tenido no hubieran habido batallas y quizás el castillo se conservaba en mejor estado.


Para hacer los pimientos hace falta unas cebollas, ajos, gambas, harina, tinta y como no, pimientos.
Como en todos los platos, la calidad de los productos hará que la cosa quede de una forma u otra, pero en general este plato es bastante agradecido independientemente de lo que se utilice. Poner los pimientos que os gusten y las gambas frescas, yo las voy a hacer con congeladas.


Lo primero es poner a pochar dos o tres cebollas  con un poco de ajo para hacer la salsa negra.
Mientras, podemos poner un poco de ajo y perejil y pasar las gambas. Cuando estén hechas, escurrirlas pero reservar el liquido por si acaso luego lo necesitamos.


Mientras la cebolla se termina podemos ir haciendo una besamel. Poner un poco de aceite y mantequilla. Cuando este caliente ir añadiendo harina y removiendo a la vez. Cuando veamos que la harina esta cocinada (yo lo hago a ojo) le vamos añadiendo leche caliente (se puede añadir, además, liquido de las gambas) y moviendo con la varilla. Le añadimos sal y si se quiere pimienta o alguna hierba que os guste. La clave de una buena besamel es batir mucho y que no tenga sabor a harina.  Alguna vez que me han quedado grumos la he batido y pista y si se tiene Thermomix ya ni te cuento. 



Ya tenemos las gambas, la besamel y solo falta la salsa negra. Cuando la cebolla y el ajo estén en su punto, lo pasamos por la batidora y le añadimos los sobrecitos de tinta diluidos en agua caliente. Es bueno colar la tinta porque a veces trae arenilla.



Ahora hay que mezclar las gambas con la besamel (aquí también se puede utilizar el jugo de las gambas para aligerar un poco la besamel, si hace falta) y rellenar los pimientos.



Una vez rellenos, al horno, no muy caliente, para que los pimientos se hagan un poco.  Cuando veamos que el pimiento se anima, añadimos la salsa negra y otra vez al horno hasta que el ojo y apetito nos digan que ya están.  



Al castillo de Gormaz ya están llegando las carretas con trigo para hacer el pan y no parar de untar en vez de tirar flechas.