La verdad es que la situación
económica actual es bastante desalentadora. Nuestros queridos dirigentes y los
mas sesudos analistas, auguran un 2013 de escalofrío. Vamos, que lo mejor es
meterse en la cama el 1 de enero al oír las campanadas y no salir de ella hasta
el año siguiente.
Con este panorama, es normal que
el ambiente que se percibe en la calle sea de poca alegría. Yo no tengo ni idea
de economía, pero no hay que ser muy lince para darse cuenta que este tipo de
anuncios no favorecen en nada a que la cosa mejore. Vamos a pasar de vivir por
“encima de nuestras posibilidades” (como dicen algunos) a no gastar nada de
nada porque no se tiene o por si acaso.
Y uno se sorprende cuando lee
este tipo de noticias porque los grandes estamentos de análisis y control, han
demostrado su incapacidad de detectar lo que la gente en la calle ya percibía.
Me llama la atención escuchar frases como “cuando firmas una hipoteca ya sabes
donde te metes” cuando monstruos como "Lehman Brothers" están donde
están. O cuando informes de 2011 del Banco España muestran un cuadro en el que
se muestra a BFA-Bankia por encima de Santander, BBVA y Popular en ratios de
solvencia.
Si los grandes analistas y controladores del sistema no
saben por donde les da el aire, pueden ocurrir dos cosas; o nos engañan o no
tienen ni idea, que no sé cual es peor. Pero lo que no pueden pretender, es que
el resto de los mortales actuemos con criterio económico, cuando son ellos los
que marcan nuestras tendencias y no hacen mas que errar en sus pronósticos o
lanzar mensajes tan tremendistas. En fin, que lo tenemos claro.
Dicho esto no se me ocurre otra
cosa para animarme que hacer una tortilla de patata. Sé que me meto en un
terreno muy peligroso, porque todo el mundo tiene un truquillo para hacer que
sus tortillas sean las mejores del mundo. Yo he de reconocer que no consigo
hacer una tortilla igual, no le tengo cogido el truco, pero a pesar de ello me
atrevo a cocinarla y a veces doy en el clavo.
He buscado un poco el origen de
este manjar y la conclusión que he sacado es que mucha gente se lo quiere
atribuir.
Parece que todo empezó en América, donde las crónicas de 1519 ya hablan
de tortillas elaboradas por los lugareños hechas con huevos de ave. Pero el
primer documento donde el huevo se mezcla con la patata, es de origen navarro y
esta fechado en 1817. Se trata de un anónimo dirigido a las Cortes de Navarra
donde se explicaban las míseras condiciones en la que vivían los agricultores
de la zona, y donde explicaban que para inflar la tortilla le añadían unas
patatas para que cunda más.
Además de esta historia, existe
otra leyenda que asegura que fue el General Tomás de Zumalakarregui quien
durante el sitio de Bilbao promovió la tortilla de patata al ser un plato
rápido, sencillo y nutritivo. La leyenda también dice que el general aprendió
dicha receta de una señora navarra, que no teniendo nada que ofrecerle para
comer, decidió mezclar huevos, cebolla y patata. Pero aquí no termina el
asunto, porque también existen teorías que sitúan su origen en tierras
extremeñas o en las manos de un cocinero aragonés que en 1935 publicó la receta de lo que más
se parece a la tortilla actual.
De lo que no cabe duda es que es
un plato de vital importancia en nuestra gastronomía y que muchas veces hablar de
tortilla de patata es hablar de mucho más que comida.
Los ingredientes son sencillos:
huevos, patata, aceite y, en este caso, cebolla. Aquí puede empezar la
discusión, porque hay diferentes corrientes de opinión entre la versión sin
cebolla y con cebolla. A mi me gustan las dos, pero para cocinar me parece más
interesante con cebolla.
No voy a entrar a valorar el tipo
de patata, ni el aceite, ni cosas por el estilo, ya que cuando hacemos una
tortilla de patata lo que estamos cocinando es un momento de placer, un plato
sinónimo de cumpleaños, de fiesta, de merendola o cena apetecible...
Hace tiempo yo era partidario de
cortar la patata en cubitos, pero la presión a la que he sido sometido durante
años ha podido conmigo, y he pasado a cortar la patata en rodajas finas.
Una vez que las patatas están
cortadas les añado un poco de sal. Luego en una sartén pongo abundante aceite
de girasol a temperatura suave e introduzco primero la cebolla picada bien fina
y un poco más tarde las patatas.
Hay gente que calcula su cocción a tiempo, yo
prefiero usar el tacto y cuando veo que la patata se comienza a deshacer,
escurro la deliciosa masa que se forma y la mezclo con el huevo.
La proporción suele ser un huevo
por patata, pero esto va a depender del tamaño del tubérculo.
En la misma sartén en la que
hemos cocinado la patata, terminaremos la tortilla. Hay que quitar exceso de
aceite, dejando el justo para que nuestra tortilla no se pegue. Si dejamos más
de la cuenta corremos el riesgo de que nos salga una tortilla aceitosa.
Una vez que veamos que la
tortilla está hecha, llega el momento mágico de darle la vuelta. Yo creo que la
clave para que esta acción sea un éxito es la velocidad de volteo. Cuando más rápido
es el movimiento, mejor. Si hay dudas en la acción, es fácil que la masa de
huevo y patata se nos escape y la liemos. No hay cosa más deprimente que ver
como la mitad de la tortilla se desparrama por los fogones.
Una vez le hemos dado la vuelta,
veremos el color de la cara que ya se ha hecho, y en función de su tonalidad
calcularemos el tiempo necesario para la otra. Aquí ya entran los gustos, hay
quien le gusta muy blanquita y cruda por dentro, más tostada y más hecha… en fin todo un mundo de gustos en los que es difícil
opinar o dar consejos.
Al final la cuestión es conseguir un plato muy sencillo,
pero que al prepararlo y disfrutarlo conseguimos algo más que una comida.
Aprovechemos a comer tortillas de
patata, que tal y como está la cosa, a saber si el Banco Central Europeo decide
quitárnosla.