Y hablando de pinchos o tapas, me he acordado del rey (en este caso reina): la mítica “Gilda”
Dice la leyenda que la “Gilda” nació en
San Sebastián y que fue un invento de un cliente que lo propuso a los dueños de
un bar. Su nombre está ligado al estreno de la película del mismo nombre, dicen
que por “verde, salada y picante”. El caso es que tuvo éxito y pronto se extendió
hasta convertirse en un clásico de todas las barras de miles de lugares. El
manjar es bien sencillo: un palillo, aceitunas, guindillas, anchoas en salazón y
un buen aceite.
La clave de una buena “Gilda” (como siempre) es la calidad de sus ingredientes. De los tres para mí el más importante es la anchoa. Una anchoa muy salada puede estropear este bocado delicioso. Aunque tampoco hay que descuidarse con las guindillas.
Los pescados en salazón se comenzaron a hacer en Fenicia para luego pasar a los griegos que lo expandieron por toda Europa. Las anchoas se consumen en conserva y también son utilizadas para la elaboración de harinas de pescado.
La clave de una buena “Gilda” (como siempre) es la calidad de sus ingredientes. De los tres para mí el más importante es la anchoa. Una anchoa muy salada puede estropear este bocado delicioso. Aunque tampoco hay que descuidarse con las guindillas.
Los pescados en salazón se comenzaron a hacer en Fenicia para luego pasar a los griegos que lo expandieron por toda Europa. Las anchoas se consumen en conserva y también son utilizadas para la elaboración de harinas de pescado.
Curiosamente en el País Vasco es donde más anchoa se recoge, pero sin embargo la región conservera por excelencia es Cantabria. Parece ser que la llegada de italianos a finales del SXIX a las costas cántabras en busca del preciado pez, hizo que poblaciones como Santoña tengan la mayor concentración de de industrias de semiconserva de toda España.
La elaboración de anchoas es una delicada obra artesanal. Primero hay que salarlas, luego prensarlas, después dejarlas reposar cuatro o cinco meses que es cuando se ponen rojizas, pasado ese tiempo se secan, se abren y se retira manualmente la espina, se cortan en dos filetes y se envasan. Un trabajo de chinos. Se llaman semiconservas porque no has sido esterilizadas y por eso hay que conservarlas en frío.
Siempre es un gusto coger una “Gilda” untarla bien en aceite, meterla en la boca y al masticar notar esa explosión de sabor que hace que todas las glándulas salivares entren en acción y saborear de esa forma uno de los pinchos que ha superado las modas y sigue en la brecha siendo uno de los mejores.
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