Aquella mañana era como una cualquiera, revisar el correo, hacer
algunas llamadas pendientes y preparar
una reunión con unos proveedores. Las
cosas no iban del todo bien y había que pelear duro. A esa hora el despacho olía a café recién
hecho y de fondo podía oírse el rumor del tráfico en hora punta.
La reunión era importante, había que llevar bien preparado el asunto.
Si la jugada no salía, las cosas se iban a poner peor de lo que ya estaban.
Ladrillo, ladrillo,ladrillo...
Sería importante que estuviera una temporada en el extranjero, ya tiene
cierta edad y todo el verano con nosotros… me parece una pérdida de tiempo.
Céntrate! Ya pensaré más adelante lo del verano, ahora vamos con la reunión...
Aunque sea quince días, si estuviera ese tiempo igual hace oído y espabila un
poco. Nada! A ver de dónde saco yo la pasta para el viajecito… si a estos les pido una garantía de cinco
años con mantenimiento de piezas… si
tuviera el dinero le mandaba todo el mes, que lo que valen son los idiomas y la
experiencia, que es cojonuda.
Ladrillo, ladrillo,ladrillo...
-¿Si? Ah! , la verdad es que no había quedado con él, pero bueno que
suba, si…
-Hombre! Pasa, pasa. ¿Qué tal? ¿Pero no habíamos quedado mañana?
-Pues sí, pero tenía que hacer un recado en la zona y me he dicho: “voy
a visitar a este pájaro”
-Pues nada, aquí estoy preparando la reunión…
-Oye, he estado pensando lo de mañana y creo que podemos bajar el
precio. Haremos un esfuerzo, somos clientes de toda la vida y queremos que la
relación siga siendo beneficiosa para las dos partes. Toma, coge esto… considéralo como un incentivo. Piensa que la
oferta que te ofrecemos es la mejor y tú nunca nos has fallado. Por cierto, ¿al
final vas a mandar al chaval al extranjero este verano? Yo te lo aconsejo,
espabilan un montón. Venga, ¡nos vemos mañana!
Al abrir el sobre había mucho más dinero del que imaginaba.
Nubes borrascosas en el horizonte
Tras este pequeño relato de
corrupción incipiente, una breve reflexión:
O tenemos una clase dominante muy
floja (que puede ser) o no debe ser
fácil resistirse a los encantos de la corruptela. Me escandaliza lo que sucede
pero tampoco me extraña, porque es algo que todo el mundo se huele. Me preocupa
que sea la prensa la que destapa las cosas
y que “alguien” decida el momento para destaparlas. ¿O es que, de los diferentes casos de
corruptela que nos rodean, nadie sabía nada hasta hoy?
Para olvidar tanto desmadre, voy
a preparar unas berenjenas rellenas. La berenjena se empezó a consumir hace
miles de años. Al principio se pensaba que era venenosa, y debe ser porque al comerla cruda la
experiencia no es nada buena. Dicen que la berenjena hay que comerla asada o
salteada pero nunca hervida y que antes de freírla es mejor tenerla en agua con
sal durante 24 horas. De esa forma se
empapará de agua y al freírla no absorberá todo el aceite.
Para las berenjenas rellenas se
necesita: unas berenjenas, cebolla (en este caso he puesto roja) un poco de ajo
y carne picada.
La clave de estas berenjenas es
su graciosa presentación. La técnica es sencilla, pero hay que reconocer que
los primeros vaciados de berenjena fueron un desastre. En realidad no importa
mucho que rompamos la corteza porque luego no se nota si está rota o no.
Una vez que hemos vaciado las
berenjenas, troceamos y ponemos sal para que “sude”. Dicen que esto es bueno
para quitarle amargor.
En una sartén rehogamos la
cebolla con los trocitos de berenjena hasta que la berenjena quede blanda.
Mientras, hemos pasado la carne
por otra sartén con un poco de ajo. Cuando todo esté listo, lo unimos y lo
mezclamos. Tampoco hay que dejar que la berenjena se haga mucho porque lo vamos
a meter al horno.
Llega el momento de rellenar
nuestras berenjenas con cuidado. Las metemos al horno a unos 150 grados durante
10 minutos (vigilar porque igual es menos tiempo).
Cuando veamos que la cosa parece
que está, las sacamos, las recubrimos de queso mozzarella y las volvemos a
meter al horno.
Si te gusta gratinar, cambia el modo del horno para tostar el
queso. Yo he preferido derretirlo sin más.
Para darle un toque, le he puesto
por encima unas hierbas de Provenza.
A ver si comiendo cosas ricas
hacemos algo entre todos para que a nadie le interese aceptar el sobrecito.
la vida es chunga; ahí está el riesgo y la gracia... igual que el relleno que hace a las verengenas tan ricas.
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