Por la mañana el plan resultaba muy
apetecible, pero después de comer un domingo la cosa cambia bastante.
Me habían dejado dos carnets de
socios para ir al fútbol. La ocasión era perfecta porque ¡por fin!, iba a
llevar a uno de mis hijos a ver un partido a San Mames. No había excusas, un
buen partido Athletic-Valencia, buena hora, buen clima… todo perfecto, pero…
El tsunami de pasión futbolera
que recorre estos días la región, hizo que me armara de valor y afrontara con alegría
la tarde de fútbol que se me venía encima. Me imagino que el asunto es una
cuestión de costumbres, si todos los domingos fuera a ver partidos la cosa
seria más llevadera, digo yo.
Superada la pereza inicial todo
fue bien, salvo el resultado que no fue positivo y muy abultado para lo que en
el terreno de juego se vio.
Aunque eso es lo que creo, porque
las pocas veces que he ido a ver un partido de fútbol, además de no haber visto ganar al
Athletic en San Mames, tengo dudas de que lo que yo he percibido es lo mismo
que lo que todo el mundo. Me explico. Cuando voy a ver un partido mi
concentración es máxima para no perderme una jugada, consciente de que no voy a
poder ver la repetición. A pesar de mi concentración, las jugadas se me van
olvidando según ocurre una nueva. Al final del partido me acuerdo de tres o
cuatro cosas. No me entero de quien mete los goles, la gente hace comentarios
de admiración ante cosas que a mí me parecen muy básicas… vamos que no se ver fútbol en directo, necesito a los comentaristas y las repeticiones. Pero bueno, será acostumbrarse...
Y todo esto para hacer un plato
homenaje al Athletic de Bilbao. La euforia está desatada tras eliminar al
Manchester en la “Europa League” y no es para menos. Ojalá que la cosa termine
bien. Por cierto no he puesto mi foto en el arco de San Mames para no dar
envidia a nadie (véase en la entrada “Bilbao”)
Para dicho homenaje pensé en un
plato con los colores del equipo, pero al llegar a casa y ver lo que había descongelado para el día
siguiente pensé que los colores serian el acompañamiento.
Aquí están los ingredientes del pastel de carne. Hay mil formas de hacerlo y
miles de ingredientes, pero al final el concepto es el mismo. Yo lo he hecho
con unas verduritas (cebolla, pimiento verde, ajo y zanahoria) en trocitos,
carne picada, unos tacos de bacón y huevos.
Lo primero es poner las verduras
a “pochar” en una sartén. Fuego fuerte al principio y luego más suave para que
las verduras se hagan. Yo les suelo ayudar con agua.
Cuando las verduras están blandas
y comestibles si se quiere se puede añadir una pastilla de caldo para dar más
sabor. Hay otra receta en la que se añaden polvos de crema de champiñón. Al
gusto.
Cuando todo está bien mezclado,
es el momento del bacón. Dejar que suelte su grasa pero que no se haga mucho.
Por último entrará en juego la carne
picada, hacerla pero sin pasarse.
Cuando tengamos la carne cocinada
la mezclaremos con los huevos batidos. Yo he puesto cuatro huevos para medio
kilo de carne, y la cosa ha funcionado. Si la mezcla queda muy densa se le puede
añadir un poquito de leche.
Ya sólo falta poner el resultado en
un molde untado con mantequilla y meterlo al horno a 220 grados durante media
hora más o menos y en una bandeja con un dedo de agua.
Para saber si nuestro pastel está
en su punto, introducir un cuchillo en medio y ver que salga seco, más o menos.
Si tenemos dudas, dejarlo un poco más y poner papel de aluminio por encima para
que no se queme.
He pasado miedo para sacarlo del
molde pero lo he conseguido. Por si acaso había sacado otra foto dentro del
molde ya hecho, pero no ha hecho falta.
Y aquí está mi homenaje al
Athletic con este delicioso pastel de carne acompañado de un puré de patata de
lo más atlético.
A ver si comiendo esto me entero cuando voy al fútbol.
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