viernes, 30 de septiembre de 2011

San Juan de Gaztelugatxe

Hay un lugar en Bizkaia que a pesar de estar más visto que el tebeo sigue impresionando a los que hasta allí se acercan: San Juan de Gaztelugatxe.



Al ver el conjunto formado por San Juan y la isla de Aketza, uno no puede dejar de pensar en las historias que sobre este lugar se han escrito.

Es una zona protegida (biotopo, le llaman) donde peces y demás seres marinos nadan y bucean a sus anchas. Zona misteriosa en la que, de vez en cuando, pueden verse cazadores furtivos en busca de percebes llenos de sabor y misterio.

Al buscar información de la zona, he llegado a la conclusión de que alguien en su día escribió algo y, a raíz de esos escritos, los demás hemos copiado y añadido alguna cosita. Resumiendo, decir que San Juan de Gaztelugatxe parece que debe su nombre al vocablo eusquérico de “Gaztelu” y “gache” que quiere decir castillo áspero o difícil, y que no se sabe exactamente cuando apareció allí el primer enclave, dato que aporta más misterio al lugar.
Dicen que en el siglo X aparecen referencias al lugar, pero yo mantengo la teoría que desde que el hombre lo descubrió, ese lugar fue sagrado, igual que cualquier zona curiosa geográficamente hablando. Es decir, que si yo fuera un hombre del “Cromañón” y me encuentro con esa isla, lo primero que hago es subir y clavar un palo.
Se dice que fue un monasterio templario, y no me extraña, ya que esta orden se encargó de custodiar lugares sagrados y San Juan algo esconde…

Luego, en el siglo XII., se convirtió en un convento premonstratense, una orden formada por monjes que vivían en comunidad seguidores de S Agustín. Pero en el año 1330 los frailes lo abandonaron y se llevaron a Salamanca toda la documentación, reliquias y joyas del santuario. Es curioso pensar que ahí arriba hubiera un lugar con documentación, reliquias y joyas. Mi pregunta es ¿cómo subían todo hasta arriba? ¿Para qué?


Cuentan que era un lugar estratégico para el dominio de la costa. Que incluso Alfonso X, rey de Castilla, tuvo que retirarse ante la resistencia de siete caballeros vizcaínos que, con sus hombres, aguantaron más de un mes los ataques de un ejército muy superior.

Incluso, a finales de la Edad Media, junto a la iglesia, existió un hospicio o albergue con doce camas para acoger a los muchos peregrinos que acudían. ¿Por qué la gente acudía a aquel lugar? ¿Qué hay allí, que aún no sabemos?

De hecho allí vivía permanentemente un ermitaño-sacristán, que cuidaba el templo, la hospedería y atendía las necesidades de los peregrinos. ¿Qué cuidaba?

En 1596, se cuenta que llegaron 14 navíos de herejes del norte, que robaron cuanto hallaron en el santuario de la roca y despeñaron a su ermitaño. Y después de estos vinieron más, se convirtió en zona de trapicheo de piratas y corsarios de todas partes, hombres que al ver la roca se sentían atraídos en busca del tesoro que allí se esconde.
Pero el mar, el clima y los puertos modernos, acabaron con aquel lugar. Las antiguas construcciones fueron destruidas y se construyó la actual iglesia. Dicen que los pocos restos arqueológicos que aparecieron en el subsuelo como sepulcros de piedra, monedas restos óseos, balas de cañón, etc. fueron arrojados al mar por los responsables de la obra. ¿Una manera de borrar pistas? ¿A quién se le ocurre tirar al mar restos arqueológicos?
Desde entonces hasta ahora han pasado muchas cosas; obras, incendios, figuras de San Juan decapitadas…

Actualmente sigue siendo lugar de peregrinación para miles de visitantes. Personas que suben las casi 300 escaleras, para tocar tres veces la campana y llenarse de la energía positiva que este lugar emana.

Una energía, que como cuenta la leyenda, hizo que San Juan, tras desembarcar en Bermeo, diera tres pasos y llegara hasta arriba, dejando grabadas sus cuatro huellas en el camino.
 

¿Qué misterio esconde San Juan de Gaztelugatxe?

jueves, 29 de septiembre de 2011

Pizzas Caseras


Con la llegada del otoño y casi superado el mes de Septiembre, que ha sido como un lunes gigante, es momento de darse pequeños homenajes para superar esta etapa de cambios y zozobra.

Aparquemos por un momento nuestros propósitos post vacacionales (dietas imposibles, deporte a tutiplé, etc) y dejémonos llevar por un producto amable, directamente relacionado con la diversión, a momentos con amigos... un producto que hará que nuestras vidas sean mucho más agradables.

Hay mil formas de hacer pizza y varias de conseguir una. La más cómoda y rápida es llamar a una pizzería y que nos la traigan a casa. Aunque a veces, este sencillo acto se puede convertir en uno de los momentos más estresante de tu vida. Un momento en el que hay que tomar miles de decisiones en centésimas de segundo. Antes de llamar a una pizzería, hay que tener bien claro los ingredientes, el grosor de la masa, la cantidad de queso, hay que rechazar propuestas en las que eligiendo tal producto te regalan otro, controlar la situación, ser tú el que marques los tiempos, una mala decisión puede dar al traste con tu cena. Es verdad que superada la prueba de la llamada, las pizzas de pizzería están bien buenas, pero también es verdad que son bien caras.

Otra solución es ir a un supermercado y comprar una congelada o preparada. He leído algún articulo que recomiendan las congeladas, parece ser que los productos conservan mejor sus propiedades, la masa no se mezcla con los ingredientes y a la hora de hornear es mejor.

Estas dos soluciones no están mal para determinados momentos, (una cena rápida sin complicaciones, un premio cutre para los niños por portarse bien esa tarde…), pero estas pizzas suelen ser bastante flojas, aunque a base de comerlas pueden llegar a tener su interés.

Y otra solución, la que os propongo, es hacer un “mix”, comprar la masa y elegir los ingredientes a nuestro gusto para terminarla en casa.

En Wikipedia pone que “la pizza es un pan plano horneado, cuya base es elaborada con harina de trigo, sal, agua y levadura, y generalmente cubierto de queso mozzarella, salsa de tomate u otros ingredientes locales como son: el salami, tiras de cebolla y jamón. Es original de la cocina napolitana (Italia) y su popularidad ha hecho que se extienda por todo el mundo en una infinidad de variantes.” Y por lo que he leído, hasta ahora la única que tiene denominación de origen es la napolitana.

También dicen que los antiguos griegos cubrían el pan plano con aceite, hierbas aromáticas y queso. Y que los romanos desarrollaron la placenta, un pan plano untado con queso, miel y hojas de laurel. Pero es en el SXVII, en Nápoles, donde se tiene las primeras referencias de una especie de tarta con tomate a la que más tarde se le agregó el queso.

Cuenta la leyenda que en la época de Fernando I (1751-1825), la reina había prohibido la pizza en la corte, por ser demasiado vulgar y comida de pobres. Pero Fernando, a quien le fascinaba, burlaba la orden disfrazándose de plebeyo para visitar a escondidas un barrio pobre de Nápoles donde se preparaba esta comida. Con el tiempo no pudo aguantar y confesó sus gustos, y la pizza se convirtió en un gran éxito en toda Italia.

En 1889, durante una visita en Nápoles, se le sirvió a la reina Margarita de Saboya una pizza con los colores de la bandera italiana, rojo (tomate), blanco (mozzarella) y verde (albahaca). La reina quedó encantada y por eso desde entonces este tipo de pizza lleva el nombre de Pizza Margarita. Que historias...

Estos son los ingredientes para las pizzas que voy a hacer. Últimamente estoy apostando por la base blanda de “Buitoni”, es fina, manejable y queda bastante lograda una vez horneada. También suelo utilizar masas congeladas, que según las marcas no están mal, pero son un poco más bastas.



Voy a hacer dos pizzas, una de productos cárnicos (salchichas, chorizo y taquitos de bacón) y otra de atún con aceitunas negras.


A las dos masas les añado un poco de aceite de oliva para ganar en jugosidad.


Luego las unto con unas cucharaditas de tomate frito. La cantidad al gusto.


Una vez que nuestras masas están bien cubiertas, no hay más que añadir los ingredientes elegidos.



Y cuando hemos colocado todo correctamente, cubrir generosamente con queso mozzarella. Ese maravilloso queso de búfala, animales que introdujeron los ostrogodos en Italia. Otro día hablaremos de los ostrogodos y sus aventuras.



Y el toque final, las hierbas. A mi me gusta poner hierbas de Provenza, (una mezcla de tomillo, mejorana, orégano, romero, albahaca, perifollo, etc, etc), me parece más suave que el orégano.


Calentar el horno a 220 grados y ya caliente introducir las pizzas. No sé decir cuanto tiempo deben de estar, yo me guío por la vista. Cuando el queso adquiere tonalidades interesantes, las retiro.



Aquí muestro dos piezas de pizza de atún con aceitunas negras, que con una cervecita o cualquier vino están de muerte. Se me ha olvidado sacar foto del corta pizzas, un instrumento fundamental en cualquier cocina que se precie. Otro día hablamos de ello.














miércoles, 21 de septiembre de 2011

Verano en el Norte

Os muestro unas estampas veraniegas pero esta vez del norte. Siempre se habla del calor, los agobios, la gente, etc., etc. En el norte la cosa cambia un poco. Aquí el clima no está asegurado y es lo que marca nuestro verano.

Creo que por eso la gente del norte somos más chulos, porque cuando miras al mar te encuentras una bestia que constantemente te desafía. Una masa de agua embrutecida que te reta, que te invita a bañarte a pesar de no ofrecer ningún descanso.


Bañarse en el mar Cantábrico enfadado (bandera roja) es una chulería, una osadía que puedes pagar con tu vida.


Por eso es un mar lleno de “surfers”. Miles de tablas que debes esquivar cuando el mar permite un baño tranquilo. Personas que se creen un poco dueños del mar ya que lo dominan, y lo dominan cuando más arrugada está su superficie, en invierno, en otoño, en verano… primavera. Pero el mar es de todos y a todos no reta.


En el norte no puedes planificar de un día para otro, siempre hay que esperar a ver el clima para hacer planes. Me imagino que lo de planear en el momento en función del clima, aportará alguna ventaja a la persona. No sé, iniciativa, espontaneidad, improvisación…


Nuestro clima nos hace más serios, menos risueños. Tiene su lógica, al tener menos luz nuestra cara se relaja, se viene abajo, no necesitamos entrecerrar los ojos y medio sonreír para evitar la entrada de luz en nuestras pupilas.


Y la gente del norte es fanfarrona, pero es normal porque tenemos lugares mágicos, contrastes increíbles de verde-mar-costa-acantilado.



Rincones que transmiten sensaciones vikingas de épocas misteriosas. Piratas, tesoros, saqueos, naufragios, no sé…  Al final da igual, en todas partes es bonito ver un atardecer. Y mucho más en verano… de vacaciones.


Os adjunto un video, que me ha pasado un amigo, mostrando algo inaudito para los que conozcan la zona




martes, 20 de septiembre de 2011

Se acabó el verano

Aunque queda poco para que termine el verano, la sensación es de profundo otoño. Las vacaciones de millones de personas quedan ya en el olvido. En nuestros recuerdos quedan momentos de relax, disfrute y felicidad. Un largo paréntesis que nos viene muy bien para recargar las pilas.




Es verdad que, a veces, las vacaciones se convierten en una época de proyectos sin realizar: libros sin leer, zapatillas de deporte sin usar, dietas imposibles... Y es que, durante las vacaciones no se tiene tiempo para nada, el horario te va comiendo: cada día amaneces mas tarde, el desayuno se alarga, la comida llega a convertirse en merienda, largas cenas de madrugada...



Aunque es momento de relax, normalmente las vacaciones siempre comienzan con situaciones de estrés. Discusiones por las dimensiones de los equipajes, madrugones para evitar caravanas, viajes largos, calor excesivo, lugares llenos de gente... Situaciones que juramos no volver repetir, pero que año tras año repetimos hasta la saciedad.


Clásica vista del "boom" inmobiliario

Lo que parece claro es que con el calor del varano a todos nos gusta estar cerca del mar. Hoy en día son pocas las playas que ofrecen tanto espacio para las masas de gentes que a ellas se acercan. Visto de fuera, algunas playas son el lugar donde uno nunca iría a relajarse (no hay sitio, hay ruido, hace calor) sin embargo y curiosamente, ahí estamos todos.



Ordas de gente ataviadas con todo tipo de cacharros para disfrutar de un tranquilo y agradable día de playa. Lo primero es encontrar un hueco. Para eso hay gente que cuando aún no ha salido el sol, coloca estratégicamente su sombrilla y sus toallas, y luego a las 11.30-12. (hora oficial de bajada a la playa) tiene reservado su espacio.  


Lo peor que suele pasar es encontrar una zona despejada y a pesar de ser lo suficientemente grande como para que nadie se ponga cerca, que venga alguien y plante su sombrilla o toalla a 30 centímetros de la tuya. No comprendo que habiendo espacio la gente se agrupe. Parece que si no vas a una playa llena de gente no has estado de vacaciones... Nos gusta agruparnos, estar todos juntos.

Casi todos los pueblos de veraneo con mar, tienen una zona donde se venden todo tipo de abalorios.

Otra curiosidad es la ropa que utilizamos en verano. Observando uno de los millones de paseos marítimos que durante las tardes de verano están a rebosar, uno puede ver todo tipo de calzados, camisolas, gorras, bandoleras, pantalones. Creo que a todos nos gusta disfrazarnos en verano, sentimos una especie de falta de pudor, un relajo especial que hace que nos atrevamos a poner prendas (o no poner) que durante el invierno y en nuestro lugar de residencia ni se nos pasaría por la cabeza. Hay algunos casos que son dignos de fotografiar, pero debido a los problemas que puede acarrear, no tengo ninguna muestra.

Algunas playas están llenas de vendedores africanos intentando encajarnos todo tipo de productos chinos (gafas, bolsos, carteras, ropa, etc.)

En verano no pueden faltar los pueblos en fiestas. 

Con todo, y aunque todos hagamos lo mismo, las vacaciones de verano son un gusto. Y ya ha comenzado la época de las colecciones, de los colegios, de los planes serios para adelgazar empezando desde ¡ya!, de los agobios monetarios y laborales, del cambio de vida... Comienza el otoño y nos acostumbraremos y, además, todos seguiremos pensando y haciendo lo mismo.