miércoles, 30 de marzo de 2011

Castillos

Creo que a casi todo el mundo le gustan los castillos. Son lugares mágicos que nos atraen y nos trasladan a otra época.

En mi caso, cuando entro en un castillo (normalmente tras una pequeña subida más o menos transitable) lo primero que pienso es en las personas que construyeron semejantes bloques, por lo general, en lugares inaccesibles. Luego intento imaginar las condiciones de vida en esos lugares tan poco prácticos, el frío, el calor, el agua, subir, bajar, la comida… También suelo imaginar la decoración y el mobiliario... y por supuesto, me he imagino que soy un soldado recorriendo las murallas vigilando el ataque de algún enemigo.


Hace poco estuve en el castillo de Clavijo (La Rioja) y saqué estas placas. Un lugar, según cuenta la leyenda, bastante importante para el devenir de la historia. Tan es así, que se le consideró bien de interés cultural europeo y fue declarado Monumento en 1931 y donado a la entonces Diputación Provincial de Logroño por el Estado Español. Por ello, se comprometía la Diputación Provincial de Logroño a acometer obras de consolidación y conservación necesarias "para mantenerlo dignamente". Cosa que, a pesar de los intentos, no se tomaron muy en serio.



El Castillo está ubicado en el término de Clavijo (La Rioja), hoy en estado semiderruído. Del castillo sólo queda en pie una muralla que defendía la parte que mira al pueblo.

Por su forma y características, parece que lo construyeron los musulmanes. Hay quien dice que es del S.XI pero, como todo castillo o construcción destacable, ya existía otra edificación anterior que da nombre al nuevo, con lo que no está claro. Algún escrito habla del año 960.



Lo que esta claro y todo el mundo coincide es que este castillo fue tomado en la Batalla de Clavijo con la protección del Apóstol Santiago por don Sancho Fernández de Tejada con sus mesnadas; "arrancó -dice- de su más alta almena la enseña de la media luna y colocó en su lugar la bandera de la Cruz de Pelayo".



La batalla de Clavijo, dicen que es una de las más importantes batallas de la Reconquista, se produjo en unas campas cerca de Clavijo (el pueblo).

La batalla parece que fue en mayo del año 844 y se dice que en ella intervino el apóstol Santiago, justificando de esta forma el Voto de Santiago, un impuesto que se empezó a cobrar para agradecer al santo los favores de aquella batalla. Por lo que he leído, ese impuesto se siguió cobrando hasta 1812

La batalla tuvo su origen en la negativa de Ramiro I de Asturias a seguir pagando tributos a los emires árabes, en especial el tributo de las cien Doncellas, como en la peli de ”Braveheart”.



Las tropas cristianas, capitaneadas por Ramiro I, fueron en busca de los musulmanes, con Abderramán II al mando, pero al llegar a Nájera se vieron rodeados por un numeroso ejército árabe. Los cristianos se retiraron y las crónicas cuentan que Ramiro I tuvo un sueño en el que aparecía el Apóstol Santiago, asegurando su presencia en la batalla. Al día siguiente los ejércitos de Ramiro I, animados por la presencia del Apóstol montado en un corcel blanco, se envalentonaron y vencieron a sus oponentes.

Con este suceso, el apóstol se convirtió en símbolo del combate contra el islam, siendo reconocido desde entonces como Santiago Matamoros.



Lo que es curioso es que sea en este lugar donde se montara esta leyenda tan potente, porque cuando ves el castillo parecen las ruinas de una estación de tren. En las fotos lo he puesto más interesante y me parece que sale favorecido.



En otro país (Francia, Alemania, etc.) al llegar a un lugar con esta historia, te recibirían unos amables guías disfrazados de Santiago apóstol. Seguramente pudieras disfrutar de unas noches con encanto en el “Hotel Reconquista”. Las visitas guiadas al castillo, perfectamente restaurado, durarían toda la mañana, y por la tarde noche tendrías la opción de cenar en uno de los muchos locales (increíblemente decorados) mirando las iluminadas murallas de un castillo perfectamente conservado, antes de retirarte a descansar…


Además de vigilar al enemigo, también pensé en esto al ver el castillo. En fin....

martes, 22 de marzo de 2011

Paseo

Aquel invierno fue distinto a los demás. El señor Greenshoot también lo había notado. Por mucho que sus "breadtousts" llevaran una extra de salsa de ostra la cosa había sido distinta.

- Perdone….
- Si.. o… bueno, vaya me ha asustado!
- Disculpe no era mi intención… ¿Sabe dónde puedo comprar unos sellos?
- Oh! Si… - titubeó  el señor Greenshoot - siga el paseo, cuando vea una fuente gire a su izquierda y allí vera un estanco… ahí tienen de todo.
- Gracias!
- De nada. Buenos días!

El señor Greenshoot observó a la joven que se alejaba. En esa época, cada vez eran menos los que se acercaban a dar una vuelta por el paseo.

Ya son las cinco y aun no he cerrado.- masculló mirando el reloj – ese maldito trasto hará que cualquier día cierre a las nueve… Creo que debo comprar una nueva computadora. El portazo asustó a una pareja que charlaba en un banco próximo. Al cerrar, sus llaves rozaron la puerta. El señor Greenshoot comenzó a caminar. El ruido de las monedas que bailaban en sus bolsillos, marcaba un monótono ritmo que tapaba el rumor del mar.


Después de un rato caminado, se detuvo y miró al mar. Tras un largo suspiro, una fuerza desconocida hizo que decidiera seguir su paseo por la arena de la playa. Al pisar la arena, sus pasos eran torpes e incómodos hasta que al de un rato, consiguió avanzar de manera más o menos eficaz.

Siempre le había dado envidia la gente que paseaba por la playa. Lo que no llegaba a comprender es cómo podían pasear sin acabar totalmente sudados. La irregularidad del terreno le hizo pensar que lo mejor era desplazarse hacia la zona donde la arena estaba más mojada, allí todo estaba más liso y seguramente sería más fácil caminar.


La humedad comenzó a traspasar sus zapatos y empezó a notar que sus pies perdían temperatura. Aunque su caminar era más ágil, aún tenía problemas, ya que en algunas zonas sus pies se hundían en exceso.

- ¡Mierda! Tengo los zapatos llenos de arena y se están mojando.- gruñó
Para evitar que se mojen del todo, decidió quitárselos. La tarea no resultó fácil. Al levantar la pierna derecha vio como la izquierda se hundía en la arena y perdía el equilibrio. En ese momento comenzó un estúpido baile dando saltitos y girando sobre si mismo, hasta que logró recuperar el equilibrio y a la vez quitarse el zapato. Lo que no pudo evitar es posar su pie derecho en la arena.

-¡Joder!- gritó

El calcetín se había mojado. El agua estaba muy fría y enseguida notó la humedad intensa entre sus dedos.


En ese momento miró al mar enfadado, resopló fuertemente y continuó caminando. Al no tener puesto más que un zapato, su paso era lento y torpe. Buscaba desesperadamente un acceso al paseo para abandonar de forma inmediata su bucólico paseo por la playa. El sol ya comenzaba a esconderse y su pie descalzo comenzaba a notar los efectos del agua helada.

El salitre del mar se mezclaba con las primeras gotas de sudor. Sus zancadas apenas le permitían avanzar y a pesar del frió le sobraba la ropa que le tapaba.


La siguiente escalera que daba acceso al paseo se encontraba a unos cien metros, pero el señor Greenshoot ya estaba cansado. No era fácil caminar con un pie descalzo y el otro con un zapato lleno de arena.

Cuando por fin llegó al paseo, su cara estaba enrojecida por el esfuerzo. Su espalda empapada y el abrigo era una prenda que le sobraba. Buscó un banco cercano para limpiarse, pero al ver la cantidad de arena, decidió sacudir por encima el calcetín y ponerse el zapato.

- Que le den! En casa me limpio bien y listo!

Al pisar el suelo del paseo sintió un cierto alivio al ver que no se desmoronaba a su paso. Con la brisa el sudor de su frente comenzó a secarse.

Su cuerpo iba descongestionándose y la ropa despegándose de su cuerpo. Al de un rato, se dio cuenta que no podía parar de mover los dedos de su pie derecho. A la vez que caminaba los movía de forma incontrolada intentando, de esa forma, quitar la arena que le incomodaba.



A medida que avanzaba, la tensión iba creciendo, por un lado quería andar pero a la vez le molestaba la arena. Tampoco ayudaba nada el calcetín mojado, que no favorecía el movimiento de sus dedos. Por fin se paró y, mirando a los lados, decidió quitarse el calcetín y limpiarse bien la arena de entre los dedos.

La piel de su pie estaba arrugada y la arena parecía estar incrustada. Por mucho que golpeará el pie con su calcetín la arena no se despegaba. El señor Greenshoot comenzó a soplar para ver si de esa forma la arena se desprendía pero no había forma. Resignado, paró su actividad. Suspiró y miró al mar
- En casa, con la ducha, me quito bien la arena…- pensó.



El sol se había puesto y en el paseo apenas quedaba gente.












miércoles, 16 de marzo de 2011

Pollo al horno. Muslos concretamente

Uno de los platos más queridos dentro del recetario popular es el pollo en sus distintas variables. No hay nada más sabroso que morder un muslito de pollo con su piel, su carne, su juguito, las verduritas y patatitas que le acompañan.
Llegar a casa y saber que para comer hay pollo, es garantía de bienestar, seguridad de una digestión amable, es dejar que nuestro paladar vuelva a la infancia… vamos, un placer.

El pollo es quizás el animal muerto que más acostumbrados estamos a ver. Cuando vemos en casa un corderito entero sentimos cierta lástima. Si la pieza muerta es un cochinillo nos entra hasta cierto “repelus”. Pero todos hemos visto pollos enteros en casa, pollos con sus patitas (que hoy en día no se ven). Hemos visto encender una vela o untar un algodón en alcohol para quemar las plumas restantes del pollo… Hoy en día esto es inviable, porque nuestros hijos no deben ver situaciones tan alarmantes… ¿Por qué han matado al pollo? ¿Para qué le quemas? Sus hijos, ¿dónde están? ¿Nos lo vamos a comer? Quizás por esto la mayoría del pollo que se consume vienen preparado en bandejitas y dividido en partes. Bandejitas plastificadas donde las diferentes piezas, perfectamente ordenadas, se presentan de forma muy aséptica.

Hoy en día, lo más vivo que entra en casa es una lechuga… otro día hablaremos de un pez entero.

Aunque la verdad, se agradece que tengamos a nuestra disposición esas bandejitas de pollo artificial porque nos permite preparar platos de forma rápida y sin problemas morales con los niños.

Antes de explicar mi particular receta quería dar unos datos que he leído por ahí. Parece que la gallina doméstica puede que sea el ave más numerosa del planeta, se calcula que supera los 13.000 millones de ejemplares. La esperanza de vida de las gallinas se encuentra entre los 5 y los 10 años, dependiendo de la raza. Dicen que no pueden distinguir el sabor dulce y a la mayoría no les gusta el salado. Las gallinas y pollos criados en jaulas no vuelan, pero las criadas en libertad vuelan a sitios elevados para pasar la noche.

La carne de pollo es de las más comidas en todo el mundo ya que cuesta poco. Se digiere más fácilmente que las carnes rojas aunque si se consume mucho puede subirnos el ácido úrico

¿Y porqué pollo y no gallina? Pues porque dicen que la carne de gallina es mas dura y tarda mas en cocinarse. Curioso… ¿no?

Para mi receta he utilizado estos ingredientes que como veréis en las fotos, quiero adentrarme en sus estructuras, acercarme para conocer más de cerca lo que de verdad me pueden aportar. Intento, desde planteamientos nada cercanos al dadaísmo, conocer de primera mano su respuesta a cualquier condición de luz, sus inquietudes…

Al primero que retraté fue al pimiento. Un vegetal de estructura increíble, que gracias a mis cuchillos, logre partir en mil cachitos.




Una cebolla hermosa también troceada en cientos de pequeños cachitos.


Un par de dientes de ajos que siempre vienen bien. Dicen que reduce la presión arterial y el colesterol, y que es bueno para combatir el reumatismo. Y además ayuda a aplacar el estrés y la depresión.


Una patata grande o dos pequeñas, peladas, lavadas y cortadas en láminas de medio centímetro más o menos.


Y puerro!! Pues si, el puerro es un complemento estupendo para muchos platos. No hay cosa más sabrosa que una tortilla de puerro. Esta planta, familia de los ajos y cebollas, se comía ya en el antiguo Egipto y se dice que el emperador Nerón era un apasionado del puerro y lo consumía en sopas. Fíjate!


Lo primero, poner las verduras en una fuente de horno con un poco de sal, agua y un chorro de aceite de oliva. Mezclar bien para que las verduras se empapen bien de aceite y agua.


Una vez que la mezcla nos parezca adecuada, introducir la fuente al horno a unos 220º. Dentro del horno nuestras verduras van a sudar de lo lindo, soltando un delicioso jugo que es lo que luego va ha embadurnar a nuestros muslitos de pollo. Hay que estar atentos para que las verduras no se hagan demasiado, con un toque para que se ablanden un poco es suficiente.


Muslos de pollo… que decir. Últimamente estoy viendo a mucha gente que le gustan las alitas, el rechupetear hasta limpiar el huesecillo. Hombre, también son ricas las alitas, pero donde este un muslito….


Cuando veamos que nuestras verduras están preparadas para dar todo de sí, colocaremos de forma ordenada y precisa nuestros muslos de pollo. Antes de meterlos al horno y que se entreguen a las verduras, les pondremos un poco de sal y aceite.


Una vez dentro no hay más que dejar que verduras y pollo intercambien jugos y sabores. El pollo recibirá toda la humedad perfumada de las verduras. Él irá desinflándose, deshidratándose, soltando jugo, mientras su carne blanquea y se vuelve tierna y sabrosa. Para evitar que la cosa suba de tono, iremos dándoles la vuelta en función de los intereses de cada lado.


No sé decir cuánto tiempo ha de estar en el horno. El ojo nos dirá cuando nuestro pollo está listo para ir a la mesa. Piel tostada, huesos descubiertos, verduras blanditas… Lo que está claro es que no hay cosa más apasionante que abrir un horno con pollo y notar como la nube de vapores aromáticos nos golpea la cara para después perderse por toda la casa.

jueves, 3 de marzo de 2011

Arte Moderno

Aquella mañana el Sr. Greenshoot se planteó dar al cuerpo algo más que comida y bebida. Además de los estímulos habituales, pensó que una dosis de nuevas experiencias no vendría nada mal. Para agitar su fuero interno, decidió visitar una exposición de arte moderno.



Para el Sr. Greenshoot el arte moderno era un gran desconocido. Un mundo donde había cosas que le gustaban, otras que no le gustaban pero inquietaban su mente, otras que no comprendía y otras que le parecían una autentica tomadura de pelo.


Para no bloquear su mente y despertar poco a poco sus inquietudes, eligió algo sencillito. Un museo pequeño donde el nivel de saturación visual sea controlable. Un par de horas viendo “cosas intelectualmente interesantes” para después tener tiempo suficiente para un buen aperitivo.

Al llegar al lugar, sin darse cuenta, su cuerpo adquirió una actitud cambiante. Espalda recta, rictus serio, mirada indiferente y no sorpresiva. Todo era normal, como siempre, rodeado de arte. Lastima los zapatos que eligió, resultaban un poco grotescos para aquel lugar tan nítido.

-¡Caramba!- fue lo primero que el Sr. Greenshoot pensó nada más ver a los dos personajes que abrían la exposición.
- Siempre sale gente desnuda en estos sitios.- murmuró en bajo.


Tras su reflexión, le vino a la cabeza la tonta idea del dualismo entre lo geométrico y lo orgánico, lo conceptual y lo natural, la revisión del arte clásico y de las vanguardias. Absorto en sus pensamientos notó una leve presión en la zona baja que le recordó que antes de nada debía orinar.


Una vez dentro del museo lo primero era encontrar los baños. Nada mas cruzar la puerta una agradable señorita se acercó para darle la bienvenida, realizarle un pequeño cuestionario, darle algunas indicaciones y recordar algunas normas dentro del museo. El Sr. Greenshoot puso la mejor de sus caras mientras recogía en sus manos los innumerables folletos que la señorita le iba entregando. Al de unos segundos el Sr. Greenshoot veía como la boca de la señorita iba creciendo poco a poco. Una boca que no dejaba de hablar mientras la cantidad de folletos seguía creciendo. Por fin la boca dejó de moverse y entonces es Sr. Greenshoot reaccionó.
-¡Gracias! Ya iré mirando por ahí a ver lo que veo… gracias.
Rápidamente levantó la mirada buscando el muñeco negro que indicará la ubicación del cuarto de baño. Después de aliviar su vejiga, su mente se encontraba mucho más liberada para asumir nuevas ideas y conceptos.


Lo primero era situarse. No era fácil, rodeado de tantos guiños surrealistas.
- Iré por pisos que sino aquí me pierdo.- pensó

Su caminar era nervioso. Trataba de encontrar algo que realmente le hiciera reflexionar. Pronto encontró una escalera que le hizo olvidarse de esa sensación de lo anatómico y lo geométrico que le rodeaba.


Al mirar la escalera su mente se dio cuenta que el arte moderno representa la experimentación, no es un concepto cronológico, sino estético, de estilo, de actitud. Innovación frente a la tradición artística, ya no vale con imitar la naturaleza. La idea es experimentar con nuevos puntos de vista con nuevas ideas sobre la naturaleza, materiales y funciones artísticas, a menudo en formas abstractas.


El Sr. Greenshoot recordó a Kandinsky y su rechazo a representar la realidad de forma objetiva. La magia de lo abstracto… formas geométricas simples combinadas en composiciones subjetivas sobre espacios irreales.


Un fuerte rugido rompió el silencio de la sala. El estomago del Sr. Greenshoot le hizo volver a la realidad. Llevaba casi dos horas en aquel lugar y su mente se había saturado.


Después de salir del museo, mientras buscaba un lugar para comer un sándwich lleno de mayonesa, su cabeza no dejaba de pensar que aquella deformación de los objetos no era involuntaria, sino deliberada, artística, buscada con el fin de satisfacer cierta concepción poética de las cosas.


No podía dejar de pensar en el sándwich que se iba a comer y en el impresionismo, en el cubismo, el fauvismo, el expresionismo, el futurismo, el pop-art, el minimalismo, lechuga, tomate y bien de mayonesa.


  (Había un Picasso y todo ... toma ya!)