martes, 24 de abril de 2012

Pasta YPF


Estos días está de moda hablar del petróleo… o las compañías de petróleo. Y no he querido ser menos y he aprovechado el tirón para enseñaros unas fotos que saqué en una conocida refinería.
No quiero entrar en polémicas estériles, pero si hacer una reflexión de lo dependiente que somos de unos recursos que se van acabando y que su posesión se convierte en algo primordial.


Y es que, cuando te explican la cantidad de cosas que necesitan de derivados del petróleo para su fabricación, alucinas.


A veces cuando estoy atrapado en un atasco, suelo imaginarme la cantidad de litros de combustible que en ese momento me rodean. Me imagino los millones de litros de crudo que se refinan al día para que todos podamos circular con nuestros vehículos. Y lo peor, que ese líquido que sale del suelo se va a acabar.


Un liquido mágico que los primeros hombres utilizaban para pintarse el cuerpo y que tenía la curiosa propiedad de conservar el fuego, el óleo de las piedras que brotaba sin necesidad de hacer agujeros y que no se le daba valor hasta hace bien poco.


Dicen por ahí, que  sólo queda liquido mágico para los próximos 32 años, por eso el que encuentra un yacimiento se convierte en Gollum, una personalidad maligna capaz de matar por su anillo, “su tesoro”.
Una refinería es una instalación llena de tubos. Un mundo increíble donde el crudo transcurre por  miles de tuberías para convertirse en gas, butano, nafta, queroseno, gasolina, alquitrán…  Hay miles de tuberías, pero cada una de ellas tiene su función.

En honor a este simpático liquido que tantos problemas nos da y nos dará, voy a elaborar la Pasta YPF.
Un plato muy sencillo pero que tiene su toque de sorpresa al utilizar la pasta negra. Una pasta como la normal sólo que está teñida con salsa de calamar o sepia. Dicha coloración le da un leve sabor a mar que la convierte en una pasta muy interesante para combinar con gambas o con salmón o atún… en fin con cosas del mar.
Los ingredientes: pasta negra, gambas, ajos, perejil, mantequilla, leche o nata  y queso en lonchas.


Cocemos la pasta en agua hirviendo siguiendo las indicaciones del fabricante. En mi caso con 5 o 6 minutos  la pasta estaba en su punto.


Mientras cocemos la pasta podemos poner una sartén con un poco de mantequilla, ajo y perejil y salteamos las gambas.


Cuando las gambas estén hechas,  añadimos un poco de leche o nata y un par de lonchas de queso. Removemos para que el queso se funda.


Para servir podemos mezclar la pasta con las gambas o servir por separado. Un plato muy sencillo pero que a mucha gente le llama la atención porque nunca han probado la pasta negra. Un homenaje a nuestro querido “petro óleum”

jueves, 12 de abril de 2012

Arroz con almejas


A pesar de la lluvia decidimos acercarnos y efectivamente la procesión se había suspendido. 
Hay gente que ante esta situación se deprime y desespera, ya que el momento más esperado del año se ha estropeado…
Si no hay procesión siempre queda la opción de ver las imágenes que iban a recorrer las calles, en los lugares en donde las guardan.


Una forma distinta de ver las esculturas protagonistas durante unas horas que, tras su marcha triunfal,  pasan a ocupar lugares fríos y vacíos dentro de las iglesias.

Algunos “pasos” tiene la suerte de formar parte de la devoción popular, pero otros son secundarios y se guardan de un año para otro sin que nadie los eche en falta.



Por lo que he leído por la red, el tema de las procesiones existe desde que el hombre es hombre. Al ser humano siempre le ha gustado pasear iconos, bien sea para transmitir ideas, celebrar victorias o demostrar poder. No hay más que ver lo que hacen los equipos de fútbol cuando obtienen algún título, pasear el trofeo en procesión.

Pero este gusto por pasear iconos es canalizado, a partir del Concilio de Trento, por la Iglesia Católica,  que ve en las procesiones una forma muy eficaz de evangelizar. Se dan cuenta que el impacto de una imagen era mucho más efectivo que la lectura de relatos bíblicos. Más en aquella época que estaba prohibido la traducción de textos sagrados del latín, con lo que era poca la gente que se enteraba de lo que les contaban.


De esta forma las procesiones fueron ganando importancia hasta convertirse en lo que son hoy, una mezcla de religión, devoción, tradición, fiesta, negocio… Una tradición que mucha gente respeta, algunos odian y desprecian, y otros se dejan la vida en ello.


Mi plato va dedicado a los pasos de Semana Santa que pasan todo el año abandonados, esperando que les quiten el polvo y tener su momento de gloria en las procesiones. Para ellos este arroz con almejas.

Los ingredientes son pocos pero contundentes. Un poco de arroz, perejil, ajo y unas almejas. Un plato muy sencillo pero muy resultón.


Lo primero es poner las almejas en agua con sal para que los simpáticos bivalvos terminen de expulsar la arenilla de su interior.


Luego hay que picar bien el ajo y el perejil y ponerlo en una cazuela con aceite


Cuanto el ajo comience a dorarse, añadir las almejas. Hay que estar atentos y retirar las almejas que se abran, de esta forma evitaremos que se queden duras. Se puede echar un chorrito de vino blanco.


Cuando todas las almejas se han abierto y las hemos retirado, añadimos el arroz y lo rehogamos con el líquido que ha resultado.

Yo suelo “medio cocer” y aclarar el arroz antes de incorporarlo a la cazuela. De esta forma se le quita almidón y queda más suelto, aunque es verdad que no coge el mismo sabor.

Para ayudar a cocer el arroz o terminarse de cocer, podemos añadir caldo o agua y poner sal, pero con cuidado que las almejas aportan bastante.


Cuando el arroz esté en el punto que nos gusta, añadimos las almejas que esperaban y lo mezclamos suavemente. 


Y ya tenemos un plato de Semana Santa en homenaje a las estatuas anónimas.