A pesar de la lluvia decidimos
acercarnos y efectivamente la procesión se había suspendido.
Hay gente que ante esta situación se
deprime y desespera, ya que el momento más esperado del año se ha estropeado…
Si no hay procesión siempre queda la
opción de ver las imágenes que iban a recorrer las calles, en los lugares en
donde las guardan.
Una forma distinta de ver las esculturas
protagonistas durante unas horas que, tras su marcha triunfal, pasan a ocupar lugares fríos y vacíos dentro de
las iglesias.
Algunos “pasos” tiene la suerte de
formar parte de la devoción popular, pero otros son secundarios y se guardan de
un año para otro sin que nadie los eche en falta.
Por lo que he leído por la red, el tema
de las procesiones existe desde que el hombre es hombre. Al ser humano siempre
le ha gustado pasear iconos, bien sea para transmitir ideas, celebrar victorias
o demostrar poder. No hay más que ver lo que hacen los equipos de fútbol cuando
obtienen algún título, pasear el trofeo en procesión.
Pero este gusto por pasear iconos es
canalizado, a partir del Concilio de Trento, por la Iglesia Católica, que ve en las
procesiones una forma muy eficaz de evangelizar. Se dan cuenta que el impacto
de una imagen era mucho más efectivo que la lectura de relatos bíblicos. Más en aquella época que estaba prohibido la traducción de textos sagrados del latín,
con lo que era poca la gente que se enteraba de lo que les contaban.
De esta forma las procesiones fueron
ganando importancia hasta convertirse en lo que son hoy, una mezcla de
religión, devoción, tradición, fiesta, negocio… Una tradición que mucha gente respeta,
algunos odian y desprecian, y otros se dejan la vida en ello.
Mi plato va dedicado a los pasos de
Semana Santa que pasan todo el año abandonados, esperando que les quiten el
polvo y tener su momento de gloria en las procesiones. Para ellos este arroz
con almejas.
Los ingredientes son pocos pero
contundentes. Un poco de arroz, perejil, ajo y unas almejas. Un plato muy sencillo pero muy resultón.
Lo primero es poner las almejas en agua
con sal para que los simpáticos bivalvos terminen de expulsar la arenilla de su
interior.
Luego hay que picar bien el ajo y el
perejil y ponerlo en una cazuela con aceite
Cuanto el ajo comience a dorarse, añadir
las almejas. Hay que estar atentos y retirar las almejas que se abran, de esta
forma evitaremos que se queden duras. Se puede echar un chorrito de vino
blanco.
Cuando todas las almejas se han abierto
y las hemos retirado, añadimos el arroz y lo rehogamos con el líquido que ha
resultado.
Yo suelo “medio cocer” y aclarar el
arroz antes de incorporarlo a la cazuela. De esta forma se le quita almidón y
queda más suelto, aunque es verdad que no coge el mismo sabor.
Para ayudar a cocer el arroz o
terminarse de cocer, podemos añadir caldo o agua y poner sal, pero con cuidado
que las almejas aportan bastante.
Cuando el arroz esté en el punto que nos
gusta, añadimos las almejas que esperaban y lo mezclamos suavemente.
Y ya tenemos un plato de Semana Santa en homenaje a las estatuas anónimas.
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