martes, 13 de diciembre de 2011

Sierra de Urbasa en Otoño


Hacia mucho tiempo que no había vuelto por aquel lugar. Lo bueno de los espacios naturales es que,  salvo desgracia o fenómeno extraño, no cambian mucho. Las rocas en el mismo lugar, los árboles más creciditos pero también en el mismo sitio, la hierba, arbustos… Todo como hace más de diez años.

    Sinuosa carretera de ascenso a Urbasa 

La primera vez que visité la sierra de Urbasa me quedé impresionado porque hasta entonces no había visto un lugar tan extenso, lleno de naturaleza y sin gente. Es como un gran parque en el que puedes pasear, sin necesidad de vestirte de montañero del Himalaya, durante horas.


Creo que el ser humano (a mi me sucede) al encontrarse con tanta naturaleza junta, le entra una especie de ebullición interna, que le traslada a la época de la recolección, la cueva, las pinturas rupestres… es un encuentro con el “Homo Neanderthalensis”  que llevamos dentro.


Por eso creo que se explican aficiones como la caza, las setas, la recolección de endrinas, caracoles, moras, etc. No hay cosa más primitiva que recolectar algo, coger sin parar cosas que nos da la naturaleza.

Por eso, también, creo que en estos lugares está prohibido todo. No se puede meter ruido, no se puede aparcar fuera de las zonas marcadas, no se puede acampar, no se puede molestar al ganado, por su puesto nada de fuego y nada de recolección; ni setas, ni plantitas ni nada. Normal que nos controlen, porque sino nuestra ansia depredadora acabaría con todo.


A pesar de estar todo prohibido, en Urbasa hay una magia especial que flota en el ambiente. Los numerosos monumentos megalíticos que salpican la meseta, nos indican que el ser humano andaba por allí hace más de 100.000 años. Paseando por sus caminos es fácil encontrarse dólmenes, túmulos, menhires. Algunos tienen el encanto de conservarse como pueden a pesar del paso de los siglos, otros han tenido la mala suerte de haber sido “restaurados” y se muestran escandalosamente lustrosos. 


Uno de los lugares más espectaculares de Urbasa es el Balcón de Pilatos. Un corte brutal del terreno donde nace el río Urederra (Ur: agua, Ederra: hermosa). Desde este lugar uno puede imaginarse vestido con pieles, observando los movimientos de los de las tierras bajas. Soplando un cuerno y avisando a la tribu que los de abajo parece que se atreven a subir. 



También uno puede imaginarse cómo será el  interior de esa meseta llena de grutas y simas, donde el agua se filtra hasta brotar en este precipicio. Y te gustaría ser un buitre y saltar y volar, verlo todo desde arriba.


En fin, estas cosas me pasan cuando voy a coger palitos y hojas para el nacimiento,  a un lugar tan lleno de naturaleza.


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