jueves, 19 de enero de 2012

Acelgas



Siempre he pensado que el mes de Enero es como un lunes gigante. Al llegar este mes se produce un punto de inflexión en nuestras vidas  que hace que nos planteemos muchas cosas. Creo que junto con ahorrar o no gastar, el objetivo más popular es adelgazar. Por eso en estos días los supermercados, los restaurantes, los bares…   están más tristes. El único sitio donde hay bullicio y ambientillo es en las rebajas y en los gimnasios.

En estos días,  por razones laborales,  he tenido que visitar las entrañas de un templo del buen comer: el restaurante Boroa (http://www.boroa.com). 


Un lugar donde se cocinan suculentos platos y donde los propósitos de Enero se olvidan rápidamente. Un lugar acogedor donde puedes disfrutar de unos entrantes  con nombres tan sugerentes como: “Carpaccio de vieira en guacamole y wasabi, gelatina de tomate y vegetales yodados con matices de arbequina” o “Centolla sobre cuajada de puerro con su caparazón de txangurro” o segundos platos tan atractivos como: “Supremas de Perdiz sonrosadas y sus muslitos confitados en salsa perigord con nabitos de Nabarniz y cebollitas caramelizadas”.



La pena fue que mi visita fue a una hora temprana y no hubo opción de probar nada de lo que por allí se guisaba. ¡Miento!, nos invitaron a un café y unos pinchos y el problema fue elegir uno. Había los clásicos de tortilla de patata (el que más me apetecía), uno de calamar con todo tipo de aderezos, otro de bacalao, otros con  jamón... Me pareció que lo más correcto en aquel lugar era elegir el de bacalao. La elección fue buena porque estaba muy sabroso,  pero me quedé con pena de probar un pincho de tortilla de un restaurante con una estrella Michelín… otra vez será.


Vimos como preparaban esta colita de cigala al vapor en áspic de tomate y hortalizas con espuma de hinojo y nuez de macadamia. 

La paradoja de toda esta historia es que después de visitar ese paraíso del buen comer,  aquel día mi comida fueron unas acelgas. No tengo nada contra las acelgas, pero viendo lo que en esas cocinas se maquinaba, mi menú resultaba cuando menos vulgar.

Para mis acelgas de Enero se necesita  media cebolla, un par de dientes de ajo...


unas zanahorias...


y  acelgas...


... esa graciosa hoja nervada verde brillante de la familia de las Quenopodiáceas (aunque en otros sitios pone que es  de la familia de las Amarantáceas), prima de  las espinacas y las remolachas.

Como casi siempre, los griegos ya la comían en el SV a.C y en la Edad Media los árabes la comenzaron a cultivar debido a sus propiedades curativas. Con el tiempo, paso de ser una planta medicinal a considerarse una verdura comestible bastante vulgar. 

Lo primero es poner agua a hervir. Cuando ésta hierva,  introducir las zanahorias cortadas en daditos. Al de unos diez minutos meter las acelgas cortadas en trozos pequeños. 


Dejar hervir durante unos 20-30 minutos.  Cuando la zanahoria y las acelgas estén blandas, las sacamos del agua y las escurrimos. Reservar el agua de la cocción ya que nos servirá para pochar la cebolla y el ajo.

En la misma cazuela donde hemos hervido las acelgas y las zanahorias, ponemos un chorro de aceite de oliva y añadimos la cebolla y los ajos bien picados. Antes de que la cebolla empiece a dorarse,  añadir poco a poco el agua de la cocción hasta que la cebolla y el ajo se  pochen. Si con el agua de la cocción no nos llega, añadir más agua del grifo.


Un vez que la cebolla y el ajo se han rendido, añadir las acelgas, las zanahorias  y remover para mezclarlo todo.  Se les puede añadir por encima un poco de queso rallado o mozzarella incluso una bechamel, pero como estamos en Enero y hay que cuidarse yo las he puesto sin nada, bueno sí, he puesto un poco de pan… una pequeña alegría.



2 comentarios:

  1. todo muy bueno
    excepto que cocinas con Zanussi, ex patrocinador del Madrid, ladron

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