Siempre he pensado que el mes de Enero es como un lunes
gigante. Al llegar este mes se produce un punto de inflexión en nuestras vidas que hace que nos planteemos muchas cosas. Creo
que junto con ahorrar o no gastar, el objetivo más popular es adelgazar. Por
eso en estos días los supermercados, los restaurantes, los bares… están más tristes. El único sitio donde hay
bullicio y ambientillo es en las rebajas y en los gimnasios.
En estos días, por
razones laborales, he tenido que visitar
las entrañas de un templo del buen comer: el restaurante Boroa (http://www.boroa.com).
Un lugar donde se
cocinan suculentos platos y donde los propósitos de Enero se olvidan
rápidamente. Un lugar acogedor donde puedes disfrutar de unos entrantes con nombres tan sugerentes como: “Carpaccio de
vieira en guacamole y wasabi, gelatina de tomate y vegetales yodados con
matices de arbequina” o “Centolla sobre cuajada de puerro con su caparazón de
txangurro” o segundos platos tan atractivos como: “Supremas de Perdiz
sonrosadas y sus muslitos confitados en salsa perigord con nabitos de Nabarniz
y cebollitas caramelizadas”.
La pena fue que mi visita fue a una hora temprana y no hubo
opción de probar nada de lo que por allí se guisaba. ¡Miento!, nos invitaron a
un café y unos pinchos y el problema fue elegir uno. Había los clásicos de
tortilla de patata (el que más me apetecía), uno de calamar con todo tipo de
aderezos, otro de bacalao, otros con jamón... Me pareció que lo más correcto en
aquel lugar era elegir el de bacalao. La elección fue buena porque estaba muy
sabroso, pero me quedé con pena de probar
un pincho de tortilla de un restaurante con una estrella Michelín… otra vez
será.
Vimos como preparaban esta colita de cigala al vapor en áspic de tomate y hortalizas con espuma de hinojo y nuez de macadamia.
La paradoja de toda esta historia es que después de visitar
ese paraíso del buen comer, aquel día mi
comida fueron unas acelgas. No tengo nada contra las acelgas, pero viendo lo
que en esas cocinas se maquinaba, mi menú resultaba cuando menos vulgar.
Para mis acelgas de Enero se necesita media cebolla, un par de dientes de ajo...
unas
zanahorias...
y acelgas...
... esa graciosa hoja
nervada verde brillante de la familia de las Quenopodiáceas (aunque en otros
sitios pone que es de la familia de las Amarantáceas),
prima de las espinacas y las remolachas.
Como casi siempre, los griegos ya la comían en el SV a.C y
en la Edad Media los árabes la comenzaron a cultivar debido a sus propiedades
curativas. Con el tiempo, paso de ser
una planta medicinal a considerarse una verdura comestible bastante
vulgar.
Lo primero es poner agua a hervir. Cuando ésta hierva, introducir las zanahorias cortadas en
daditos. Al de unos diez minutos meter las acelgas cortadas en trozos pequeños.
Dejar hervir durante unos 20-30 minutos.
Cuando la zanahoria y las acelgas estén blandas, las sacamos del agua y
las escurrimos. Reservar el agua de la cocción ya que nos servirá para pochar
la cebolla y el ajo.
En la misma cazuela donde hemos hervido las acelgas y las
zanahorias, ponemos un chorro de aceite de oliva y añadimos la cebolla y los
ajos bien picados. Antes de que la cebolla empiece a dorarse, añadir poco a poco el agua de la cocción
hasta que la cebolla y el ajo se pochen.
Si con el agua de la cocción no nos llega, añadir más agua del grifo.
Un vez que la cebolla y el ajo se han rendido, añadir las
acelgas, las zanahorias y remover para
mezclarlo todo. Se les puede añadir por
encima un poco de queso rallado o mozzarella incluso una bechamel, pero como estamos
en Enero y hay que cuidarse yo las he puesto sin nada, bueno sí, he puesto un
poco de pan… una pequeña alegría.
todo muy bueno
ResponderEliminarexcepto que cocinas con Zanussi, ex patrocinador del Madrid, ladron
Sería que Zanussi fue de lo más económico
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