La pena es que nos hemos acostumbrado al sabor de las empanadillas congeladas que, además de ser muy cómodas, no tienen nada que ver con el sabor de las empanadillas hechas antaño.
Por lo que he leído, el origen de la empanadilla está en la pasta filo. Esta pasta es muy antigua y era muy apreciada por la dificultad que suponía su elaboración. Era muy habitual en la cocina árabe y judía, y se utilizaba tanto para elaboraciones saladas como dulces. Parece ser que en la península ibérica eran un producto muy común, un símbolo de la cocina local, pero la dificultad a la hora de elaborar la masa y su origen árabe-judío, hizo que fuera desapareciendo de los menús.
Después de siglos en los que las empanadas y empanadillas han ocupado lugares destacados en las mejores mesas, hay millones de recetas. Pero parece que la más famosa y común es la rellena de atún, tomate frito y huevo picado.
Hoy en día muy poca gente se pone a elaborar la masa de las empanadillas, pero existen en el mercado masas precocinadas que son muy buenas. Yo recomiendo las de “La Cocinera”, (tampoco conozco muchas más), son bastante finas de grosor y de sabor.
Hacer empanadillas es muy sencillo, la clave es hacer un buen relleno y tener cuidado a la hora de cerrar el invento.
Mis ingredientes son muy básicos, tomate y atún. En este caso no le he añadido huevo porque no había tiempo parta cocerlos, era tarde y había que dar de cenar a niños rápidamente.
La cosa es bien sencilla: mezclar el atún con el tomate y poner un poco en cada oblea. La palabra oblea da gozada, es una palabra que envuelve, que protege, que da sabor.
Hay que tener mucho cuidado en la cantidad de relleno. Con una cuchara de postre no muy llena, vale. Si pones más relleno del que puede recibir la oblea, vas a tener problemas, se va a romper. Y no hay cosa más absurda que una empanadilla rota.
Dicen que hay un truco para no pincharlas durante el manipulado, y es, cerrarlas envueltas en el papelito en el que vienen y sellar el borde con un tenedor, luego se quita el papel.
Yo soy más primitivo y las cierro y sello directamente sin papel. Es verdad que alguna se me ha pinchado, pero bueno… hay muchas que tienen una pinta estupenda ¿no?
Normalmente las empanadillas se fríen en aceite, no demasiado caliente para que no revienten, y luego se dejan reposar en un plato con papel absorbente para eliminar el aceite que sobra. De esta forma están muy buenas, pero he descubierto que resultan más interesantes (y más sanas) hechas al horno.
Una vez que las hemos cerrado y sellado con el tenedor, pasamos a la fase de pintura. ¡Por fin! puedo mostrar uno de los elementos del utillaje de la cocina que considero imprescindible, si lo que se quiere es dar un salto cualitativo a la hora de cocinar. Estoy hablando, nada más y nada menos que de la brocha. Sin brocha no eres nada en la cocina. Unas empanadillas sin un brochazo de huevo batido no son nada. Los brochazos de huevo van a aportar a nuestras empanadillas personalidad, fuerza, contundencia, sabor y presencia, y además un brillo y color de lo más coqueto.
Cuando tengas todas bien pintaditas, al horno. La temperatura alta pero sin pasarse, unos 180-200 grados.Si lo ves necesario, puedes darles la vuelta para que se hagan igual por todas partes. El tiempo nos lo marcará la textura de la empanadilla, cuando estén bien doraditas se sacan.
El resultado es este, unas empanadillas bien doradas y crujientes sin una pizca de aceite.
Las empanadillas sin aceite no llenan tanto como sus hermanas las aceitosas. Quizás la primera vez que las pruebas, hechas en falta ese regusto al aceite, pero una vez que te acostumbras, tu vida comienza a ser otra. Bocados mas crocantes…, secos, llenos de sabor. Una experiencia única que no debes dejar de probar.
Hay millones, pero os dejo algunas páginas donde vienen recetas de empanadillas alucinantes.
Me encanta lo del horno, pero lo mejor sin duda: "sin brocha no eres nada en la cocina". Me apunto a este blog!
ResponderEliminarMajo, tú si que sabes
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