Uno de los platos más queridos dentro del recetario popular es el pollo en sus distintas variables. No hay nada más sabroso que morder un muslito de pollo con su piel, su carne, su juguito, las verduritas y patatitas que le acompañan.
Llegar a casa y saber que para comer hay pollo, es garantía de bienestar, seguridad de una digestión amable, es dejar que nuestro paladar vuelva a la infancia… vamos, un placer.
El pollo es quizás el animal muerto que más acostumbrados estamos a ver. Cuando vemos en casa un corderito entero sentimos cierta lástima. Si la pieza muerta es un cochinillo nos entra hasta cierto “repelus”. Pero todos hemos visto pollos enteros en casa, pollos con sus patitas (que hoy en día no se ven). Hemos visto encender una vela o untar un algodón en alcohol para quemar las plumas restantes del pollo… Hoy en día esto es inviable, porque nuestros hijos no deben ver situaciones tan alarmantes… ¿Por qué han matado al pollo? ¿Para qué le quemas? Sus hijos, ¿dónde están? ¿Nos lo vamos a comer? Quizás por esto la mayoría del pollo que se consume vienen preparado en bandejitas y dividido en partes. Bandejitas plastificadas donde las diferentes piezas, perfectamente ordenadas, se presentan de forma muy aséptica.
Hoy en día, lo más vivo que entra en casa es una lechuga… otro día hablaremos de un pez entero.
Aunque la verdad, se agradece que tengamos a nuestra disposición esas bandejitas de pollo artificial porque nos permite preparar platos de forma rápida y sin problemas morales con los niños.
Antes de explicar mi particular receta quería dar unos datos que he leído por ahí. Parece que la gallina doméstica puede que sea el ave más numerosa del planeta, se calcula que supera los 13.000 millones de ejemplares. La esperanza de vida de las gallinas se encuentra entre los 5 y los 10 años, dependiendo de la raza. Dicen que no pueden distinguir el sabor dulce y a la mayoría no les gusta el salado. Las gallinas y pollos criados en jaulas no vuelan, pero las criadas en libertad vuelan a sitios elevados para pasar la noche.
La carne de pollo es de las más comidas en todo el mundo ya que cuesta poco. Se digiere más fácilmente que las carnes rojas aunque si se consume mucho puede subirnos el ácido úrico
¿Y porqué pollo y no gallina? Pues porque dicen que la carne de gallina es mas dura y tarda mas en cocinarse. Curioso… ¿no?
Para mi receta he utilizado estos ingredientes que como veréis en las fotos, quiero adentrarme en sus estructuras, acercarme para conocer más de cerca lo que de verdad me pueden aportar. Intento, desde planteamientos nada cercanos al dadaísmo, conocer de primera mano su respuesta a cualquier condición de luz, sus inquietudes…
Al primero que retraté fue al pimiento. Un vegetal de estructura increíble, que gracias a mis cuchillos, logre partir en mil cachitos.
Una cebolla hermosa también troceada en cientos de pequeños cachitos.
Un par de dientes de ajos que siempre vienen bien. Dicen que reduce la presión arterial y el colesterol, y que es bueno para combatir el reumatismo. Y además ayuda a aplacar el estrés y la depresión.
Una patata grande o dos pequeñas, peladas, lavadas y cortadas en láminas de medio centímetro más o menos.
Y puerro!! Pues si, el puerro es un complemento estupendo para muchos platos. No hay cosa más sabrosa que una tortilla de puerro. Esta planta, familia de los ajos y cebollas, se comía ya en el antiguo Egipto y se dice que el emperador Nerón era un apasionado del puerro y lo consumía en sopas. Fíjate!
Lo primero, poner las verduras en una fuente de horno con un poco de sal, agua y un chorro de aceite de oliva. Mezclar bien para que las verduras se empapen bien de aceite y agua.
Una vez que la mezcla nos parezca adecuada, introducir la fuente al horno a unos 220º. Dentro del horno nuestras verduras van a sudar de lo lindo, soltando un delicioso jugo que es lo que luego va ha embadurnar a nuestros muslitos de pollo. Hay que estar atentos para que las verduras no se hagan demasiado, con un toque para que se ablanden un poco es suficiente.
Muslos de pollo… que decir. Últimamente estoy viendo a mucha gente que le gustan las alitas, el rechupetear hasta limpiar el huesecillo. Hombre, también son ricas las alitas, pero donde este un muslito….
Cuando veamos que nuestras verduras están preparadas para dar todo de sí, colocaremos de forma ordenada y precisa nuestros muslos de pollo. Antes de meterlos al horno y que se entreguen a las verduras, les pondremos un poco de sal y aceite.
Una vez dentro no hay más que dejar que verduras y pollo intercambien jugos y sabores. El pollo recibirá toda la humedad perfumada de las verduras. Él irá desinflándose, deshidratándose, soltando jugo, mientras su carne blanquea y se vuelve tierna y sabrosa. Para evitar que la cosa suba de tono, iremos dándoles la vuelta en función de los intereses de cada lado.
No sé decir cuánto tiempo ha de estar en el horno. El ojo nos dirá cuando nuestro pollo está listo para ir a la mesa. Piel tostada, huesos descubiertos, verduras blanditas… Lo que está claro es que no hay cosa más apasionante que abrir un horno con pollo y notar como la nube de vapores aromáticos nos golpea la cara para después perderse por toda la casa.
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