Aunque la idea era una estupidez, tenía la sensación de ser el primer europeo que iba a pisar esas tierras. Inconscientemente pensaba en Cristóbal Colón, y las sensaciones que tuvo que vivir cuando descubrió tierra en medio del océano.
- Disculpe…, por favor.- El Sr. Greenshoot despertó de su letargo
- ¿Eh? Ah, si… perdone, es la maleta que no sale.- contestó mientras zarandeaba su bolsa de mano para sacarla del compartimento.
- ¿Quiere que le ayude?.- le dijo amablemente el hombre que esperaba
- No, muchas gracias, tranquilo que ya casi está.- en ese momento dio un fuerte tirón y su bolsa de mano salió lanzada contra un asiento.
- ¡Ya está!.- resopló el Sr. Greenshoot.
Las puertas del avión ya estaban abiertas y comenzaba a entrar aire fresco. La fila avanzaba lenta pero constante. Al llegar a la puerta su corazón palpitaba cada vez más fuerte.
- Buenas noches señor, espero que el viaje fuera de su agrado.- saludó amable la azafata. El Sr. Greenshoot esbozó una estúpida sonrisa y balbuceó una especie de saludo. El aire que entraba por la puerta estaba cada vez más presente, un olor penetrante a queroseno lo invadía todo.
Por fin comenzó a bajar las escalerillas. Cerca les esperaba un autobús para ir a la terminal. El ruido de las turbinas hacia más misterioso el momento. Apenas había luz, no hacia mucho frío pero las personas que deambulaban alrededor del aparato iban ostentosamente tapadas, parecía que sus acciones fueran a cámara lenta…y ese intenso olor a queroseno.
El Sr. Greenshoot veía arena donde había asfalto, los trabajadores del aeropuerto eran personas jamás nunca vistos, seres del nuevo mundo. Todo era nuevo, acababa de llegar al nuevo continente.
Aunque el Sr. Greenshoot no estaba muy enterado, la situación del país era delicada. Después de varios años de gobiernos corruptos, acababa de ganar las elecciones “el chino”, un personaje curioso que proponía una nueva forma de gobernar. Además era la época en la que el grupo terrorista “Sendero luminoso” estaba a punto de lograr el control del país a base de atentados brutales todos los días.
El Sr Greenshoot visitó la Plaza de Armas de Lima, 1991
Al salir del aeropuerto, el Sr. Greenshoot tomó un taxi. Le habían recomendado negociar el precio de la carrera, pero la verdad es que no se le daba muy bien eso de negociar algo que se supone que está establecido. Tras regatear de mala manera, el taxi emprendió su marcha. La ciudad estaba a oscuras y el taxista le explicó que Sendero luminoso había atacado un transformador que suministraba la luz de media Lima. La imagen de la ciudad era un tanto esperpéntica. Era tarde y las pocas personas que había en la calle, se juntaban alrededor de hogueras improvisadas cerca de las puertas de las casas. La sensación era de una ciudad devastada por la guerra. Una fina lluvia comenzó a añadir un punto de dramatismo a la situación.
- Garúa, le dicen!.- dijo el taxista mientras paraba el coche, abría la guantera y sacaba los limpiaparabrisas.
- Si están afuera te los roban no más.- el Sr. Greenshoot sonrió.
El hotel estaba en el barrio de Miraflores, una zona residencial y tranquila donde la presencia de guardas de seguridad era llamativa. Al bajarse del taxi y ajustar las cuentas con el taxista, sintió la paz que todo viajero está buscando: un lugar nuevo, tranquilidad, no problemas…
El Sr. Greenshoot había llegado a Perú aunque no había visto nada. Cada vez era más tarde y su cabeza no tenías demasiadas fuerzas, quería tumbarse, descansar y dormir.
- Su habitación es la 207, no se preocupe si sus sábanas parecen húmedas, es la garúa, al de un rato ya se secan.
Efectivamente todo parecía húmedo, pero el cansancio era tal que el sueño pronto se apoderó de la situación.
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