Me parece justo hablar de un plato que normalmente pasa desapercibido por otros con más caché: Las lentejas, un plato que parece menor si lo comparamos con alubias y garbanzos, pero que bien cocinadas están buenísimas.
Las lentejas es un plato de comer en casa, es raro ver en restaurantes un menú con lentejas, y si lo hay es más raro pedirlo. Mucha gente relaciona este plato con días fríos y lluviosos o con malos momentos en el comedor del colegio, yo la verdad es que no recuerdo nada malo de las lentejas, aunque si es verdad que antes no me llamaban la atención y ahora junto con las vainas (judías verdes), es de los platos que más ilusión me hacen. Aunque esto no es raro, ya que con la edad el paladar evoluciona. Antes no me gustaba el vino, el pescado, el queso…
La cuestión es que las lentejas son muy ricas, fáciles de hacer y baratas. Además deben tener hierro (menos de lo que siempre se ha dicho) y dicen que son buenas para los adolescentes y las embarazadas. Tiene además vitaminas B1 y B2 y minerales como el cobre, magnesio, fósforo, selenio, zinc y el famoso hierro. La única pega es que debido a la fibra y a los “oligosacáridos indigeribles” del interior del grano, producen “meteorismo” o flatulencia. Para evitar eso la solución es comerlas en puré o mezcladas con patatas. Perfecto para un menú de entre semana.
Debe haber un montón de variedades de lenteja (rubia castellana, lenteja de La Armuña, la pardina y lenteja verde o verdina) yo las divido en dos: las grandes y las pequeñas o pardinas. Las pardinas, además de ser más pequeñas, tienen algo que las hace especiales. Su textura es distinta a las grandes. Una vez cocidas conservan cierta dureza que las hace más interesantes que sus hermanas mayores.
Siempre que me acuerdo compro pardinas, pero para mi receta he utilizado de las grandes, porque en el bote de las pardinas no había nada.
No pasa nada porque tanto pardinas como grandes se hacen exactamente igual. Hay quien dirá que la diferencia entre unas y otras es que las grandes hay que remojarlas previamente y en cambio las pardinas no hacen falta. Yo la verdad es que nunca las pongo a remojo.
Los ingredientes son bien sencillos: lentejas en función de los comensales, calcular 60 gramos persona, teniendo en cuenta que una vez cocidas aumentan el doble su peso. Pero cuidado que si hay mujeres o niños las cantidades bajan.
Normalmente suelo poner zanahoria (no tenia el día que las hice), cebolla picada muy fina, un par de dientes de ajo, chorizo, una pizca de harina, pimentón dulce, nuez moscada, tomate frito y aceite. Aquí al gusto, hay quien le añade patata, morcilla, laurel, hierbas de Provenza…
Y la forma de hacerlas es bien sencilla. La clave debe ser que no se rompa la piel y para ello hay que hacer que hiervan poco a poco, añadiendo agua fría en cuanto veamos que empieza a hervir.
Poner en una cazuela las lentejas, cubrir con agua fría y añadir un chorrito de aceite. Poner a fuego moderado, de 0 a 10 un 6. Dejar que la lenteja vaya absorbiendo el agua a medida que se calienta.
Cuando veamos que las lentejas se han inflado y se ha tragado el agua, añadir un vaso o dos (depende la cantidad) de agua fría. Repetir esta acción hasta que veamos que la lenteja ha dado todo de sí y está blandita. Ojo que no se deshaga, la clave es que queden al punto. Si la receta es con zanahoria, incorporarlas un poco después de comenzar la cocción, de esa forma no se desharán.
Mientras las lentejas se pelean con el agua y el calor, picamos una cebolla y un par de dientes de ajos en trozos pequeños, los ponemos en una sartén con aceite y los acercamos al fuego.
Cuando veamos que la cebolla y el ajo han sudado lo suficiente, añadimos una cucharada sopera de pimentón dulce y al que le guste, un poco de nuez moscada. Cuidado que el pimentón y la nuez moscada no se quemen, porque su sabor cambia notablemente a peor
Un poco más tarde, y siempre removiendo para mezclar bien los sabores, añadiremos una cucharada de harina. Remover bien para que la harina no haga grumos y se cocine un poco.
En cuanto veamos que la harina ha absorbido todo el aceite y empieza a convertirse en un engrudo, lo añadimos a la cazuela donde hierven tranquilamente nuestras lentejas. Lo mezclamos muy suavemente para no romper las lentejas.
Después de un rato en el que los sabores se están mezclando, podemos añadir un chorro de tomate en conserva frito o natural, según los gustos.
El chorizo se puede añadir a la vez que la zanahoria o en el último momento, según la textura que nos guste, mas desecho o mas entero.
Cuando veamos que todos los elementos están integrados, lo retiraremos del fuego y lo dejaremos reposar. Si vemos que ha quedado muy densa les añadimos agua y la sal. En todo el proceso no suelo poner sal a nada, si acaso a la cebolla en la sartén. Dicen que a las legumbres hay que ponerles la sal al final para que sus pieles no se abran o rompan.
No hay nada como un plato de lentejas un martes lluvioso, en el colegio, lleno de exámenes…
Como te lo montas, jeje. No sabía que la patata servía para amortiguar la aerofagia. En mi casa siempre se han hecho las lentejas con patatas. Por cierto, esas que hiciste me las hubiera comido bien a gusto, aunque yo las preparo de otra forma, pero en estos casos quizás el orden de los factores no altere [demasiado] el producto
ResponderEliminarUn saludo,
Seria interesante saber la "otra forma". Muchas veces vivimos en la equivocación.
ResponderEliminarSigo investigando canciones tristes.....
Saludos
Nada..., yo sofrío en un ejercicio de acumulación, incluídas las lentejas, al final. Echo el agua después de sofreir. Quizás pongo menos cebolla que tú y no echo harina. También (no sé si será también una costumbre castellana) añado los últimos 10 minutos de cocción, un poquito de arroz y, según los días, un huevo para partirlo cocido en la presentación final. Jajaja. Toma charla lentejera.
ResponderEliminarLa próxima vez que las haga abriré esta entrada para seguir tus pasos, jajaja. ¡A ver quien vive en la equivocación...!