jueves, 29 de septiembre de 2011

Pizzas Caseras


Con la llegada del otoño y casi superado el mes de Septiembre, que ha sido como un lunes gigante, es momento de darse pequeños homenajes para superar esta etapa de cambios y zozobra.

Aparquemos por un momento nuestros propósitos post vacacionales (dietas imposibles, deporte a tutiplé, etc) y dejémonos llevar por un producto amable, directamente relacionado con la diversión, a momentos con amigos... un producto que hará que nuestras vidas sean mucho más agradables.

Hay mil formas de hacer pizza y varias de conseguir una. La más cómoda y rápida es llamar a una pizzería y que nos la traigan a casa. Aunque a veces, este sencillo acto se puede convertir en uno de los momentos más estresante de tu vida. Un momento en el que hay que tomar miles de decisiones en centésimas de segundo. Antes de llamar a una pizzería, hay que tener bien claro los ingredientes, el grosor de la masa, la cantidad de queso, hay que rechazar propuestas en las que eligiendo tal producto te regalan otro, controlar la situación, ser tú el que marques los tiempos, una mala decisión puede dar al traste con tu cena. Es verdad que superada la prueba de la llamada, las pizzas de pizzería están bien buenas, pero también es verdad que son bien caras.

Otra solución es ir a un supermercado y comprar una congelada o preparada. He leído algún articulo que recomiendan las congeladas, parece ser que los productos conservan mejor sus propiedades, la masa no se mezcla con los ingredientes y a la hora de hornear es mejor.

Estas dos soluciones no están mal para determinados momentos, (una cena rápida sin complicaciones, un premio cutre para los niños por portarse bien esa tarde…), pero estas pizzas suelen ser bastante flojas, aunque a base de comerlas pueden llegar a tener su interés.

Y otra solución, la que os propongo, es hacer un “mix”, comprar la masa y elegir los ingredientes a nuestro gusto para terminarla en casa.

En Wikipedia pone que “la pizza es un pan plano horneado, cuya base es elaborada con harina de trigo, sal, agua y levadura, y generalmente cubierto de queso mozzarella, salsa de tomate u otros ingredientes locales como son: el salami, tiras de cebolla y jamón. Es original de la cocina napolitana (Italia) y su popularidad ha hecho que se extienda por todo el mundo en una infinidad de variantes.” Y por lo que he leído, hasta ahora la única que tiene denominación de origen es la napolitana.

También dicen que los antiguos griegos cubrían el pan plano con aceite, hierbas aromáticas y queso. Y que los romanos desarrollaron la placenta, un pan plano untado con queso, miel y hojas de laurel. Pero es en el SXVII, en Nápoles, donde se tiene las primeras referencias de una especie de tarta con tomate a la que más tarde se le agregó el queso.

Cuenta la leyenda que en la época de Fernando I (1751-1825), la reina había prohibido la pizza en la corte, por ser demasiado vulgar y comida de pobres. Pero Fernando, a quien le fascinaba, burlaba la orden disfrazándose de plebeyo para visitar a escondidas un barrio pobre de Nápoles donde se preparaba esta comida. Con el tiempo no pudo aguantar y confesó sus gustos, y la pizza se convirtió en un gran éxito en toda Italia.

En 1889, durante una visita en Nápoles, se le sirvió a la reina Margarita de Saboya una pizza con los colores de la bandera italiana, rojo (tomate), blanco (mozzarella) y verde (albahaca). La reina quedó encantada y por eso desde entonces este tipo de pizza lleva el nombre de Pizza Margarita. Que historias...

Estos son los ingredientes para las pizzas que voy a hacer. Últimamente estoy apostando por la base blanda de “Buitoni”, es fina, manejable y queda bastante lograda una vez horneada. También suelo utilizar masas congeladas, que según las marcas no están mal, pero son un poco más bastas.



Voy a hacer dos pizzas, una de productos cárnicos (salchichas, chorizo y taquitos de bacón) y otra de atún con aceitunas negras.


A las dos masas les añado un poco de aceite de oliva para ganar en jugosidad.


Luego las unto con unas cucharaditas de tomate frito. La cantidad al gusto.


Una vez que nuestras masas están bien cubiertas, no hay más que añadir los ingredientes elegidos.



Y cuando hemos colocado todo correctamente, cubrir generosamente con queso mozzarella. Ese maravilloso queso de búfala, animales que introdujeron los ostrogodos en Italia. Otro día hablaremos de los ostrogodos y sus aventuras.



Y el toque final, las hierbas. A mi me gusta poner hierbas de Provenza, (una mezcla de tomillo, mejorana, orégano, romero, albahaca, perifollo, etc, etc), me parece más suave que el orégano.


Calentar el horno a 220 grados y ya caliente introducir las pizzas. No sé decir cuanto tiempo deben de estar, yo me guío por la vista. Cuando el queso adquiere tonalidades interesantes, las retiro.



Aquí muestro dos piezas de pizza de atún con aceitunas negras, que con una cervecita o cualquier vino están de muerte. Se me ha olvidado sacar foto del corta pizzas, un instrumento fundamental en cualquier cocina que se precie. Otro día hablamos de ello.














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