martes, 18 de enero de 2011

Martes.

En el momento en el que el Sr. Greenshoot se disponía a saltar el precipicio sonó el despertador. Su mano saltó como un resorte y, sin saber muy bien cómo, apagó el histérico pitido.

Tras el susto, su cabeza comenzó a intentar comprender qué sucedía. Al de un rato llegó a la conclusión que era martes y que había sonado el despertador. Había que levantarse.
Fuera aún estaba de noche, pero el reflejo de las luces en el suelo indicaba que estaba lloviendo o que no hacia mucho tiempo que lo había hecho.


Aunque la calefacción estaba conectada, al recorrer el pasillo para ir al baño, sintió como el aire rozaba su cara. Un escalofrío recorrió su cuerpo.

- Tengo que llamar a Thomas.- pensó mientras se duchaba.

El ruido de la cafetera le hizo darse cuenta de la hora, ya eran las 7.50. En ese momento una especie de calor interno brotó de su estomago y comenzó a correr. El susto hizo que unas pequeñas gotas de sudor empaparan todo su cuerpo haciendo muy difícil que la ropa se desplazará con suavidad.

- Mierda, puto pantalón!.- gruñó mientras la prenda se enredaba entre sus piernas.

Al salir del portal pensó dónde había dejado el coche el día anterior.

- Todos los días igual, ¡tengo que despertarme diez minutos antes!

El interior del coche estaba frío, la calefacción aún no había hecho su efecto. Apenas se veía a través del cristal aunque los limpia parabrisas no paraban de moverse. La visión era muy mala pero el Sr. Greenshoot tenía prisa y se puso en marcha.


Al Sr. Greenshoot no le gustaba pasar la mano por el cristal para poder ver. Tenia la curiosa teoría de que al pasar la mano después, en seco, se iba a ver peor. Había oído que había que limpiar los cristales con periódicos, de esa forma nunca se empañarían.


- Mierda!!.- el frenazo fue muy brusco. El corazón del Sr. Greenshoot parecía explotar. No recordaba haber frenado de esa forma en su vida. Asustado bajo su ventanilla. Las primeras gotas de agua le impidieron ver a las personas que levantando los brazos le insultaban de mil maneras. Cuando por fin se acostumbro al impacto de la lluvia, pudo ver el paso de cebra que se había saltado.


- Venga coño!!.- el grito sonó potente y viril. Era un grito que encerraba una gran carga de odio. Un grito lleno de rabia y agresividad. El Sr. Greenshoot, miró por el retrovisor. Apenas pudo adivinar una forma oscura que movía ostentosamente sus brazos mientras por su boca salían toda clase de improperios jamás escuchados.


Sin pensarlo, pisó el embrague, metió primera y salió zumbando. Sus manos estaban sudorosas, su rostro había enrojecido y por el cuello comenzaron a aparecer pequeñas manchas de color rojo. El cristal ya se había desempañado.

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