lunes, 10 de enero de 2011

Cuento tardío de Navidad

Antes de cerrar la caja, el Sr. Greenshoot miró detenidamente uno a uno todos los objetos. Cada año había mas cosas en la caja.


Al fondo, una alfombra de restos de brillantina, hojas del árbol artificial, bolitas sueltas de alguna guirnalda, alas de ángel… Parecía increíble, pero hasta el año que viene no iba a volver a ver aquellos adornos.

Un año…. un montón de días en los que no sabemos que va a pasar. Un abismo de meses y meses que parece que nunca van a pasar… hasta que un día abrimos una caja llena de adornos, de la que sale aroma a musgo, a lucecita de navidad, a corcho quemado, a figurita de Belén.


Al cerrar la caja, el Sr. Greenshoot tuvo la sensación de que su casa era mas grande, su librería estaba despejada libre de las felicitaciones, la entrada resultaba mas amplia sin la mesa del Belén, los adornos de la mesa, las velas… Menos mal que no esperó al lunes para quitar los adornos. No había cosa más deprimente que los adornos de Navidad fuera de época.


Cuando, por fin, dejó las cajas en lo alto del armario, sintió un gran alivio. Ya era hora de cenar y había que comenzar a cuidar el cuerpo. Era la época de los grandes propósitos: adelgazar, madrugar, hacer excursiones, aprovechar lo fines de semana, ¿trabajo?...

Tras un rato pensando, la sopa se había enfriado. El Sr. Greenshoot se levantó, encendió el grifo, paso su plato por debajo del agua y conectó el lavavajillas.

Tenia sueño, pero sabía que aquella noche le iba a costar dormir. Hasta dentro de un año las luces de Navidad no se iban a encender.


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