jueves, 12 de mayo de 2011

Marco

Ayer, a eso de las 21 horas, me di cuenta de cómo nuestra cabeza es capaz de buscar espacios de sosiego ante situaciones de determinada tensión. Momentos en los que, en vez de estar a lo que debes estar, te da por pensar en cosas realmente absurdas.

Espero que nadie se imagine que voy a contar algo increíble. Lo que voy a contar es una estupidez, pero me llama la atención las conclusiones a las que ha llegado mi cabeza ante un suceso cotidiano.

Ayer mi mujer salió de casa a las 19.30 para acudir a una conferencia que comenzaba a las 20 horas en una localidad cercana. La cuestión es que a mi hija pequeña (3 años) le entró una crisis emocional, y no le gustó nada que su madre se marchará y comenzó a llorar de forma exagerada.

Tras unos primeros momentos de engaños y entretenimientos en los que conseguí que se olvidara del asunto, llegó la catarsis. La niña quería a su madre en casa y ahora. Más lloros.

En ese momento vi que el fino equilibrio que se mantiene en estas situaciones se iba a romper.

A partir de aquí considero que se producen tres fases:

Una primera de auto control donde las buenas palabras intentan disimular el comienzo de la tensión interna. Es el momento de frases estilo: “no llores pequeñita que mamá viene dentro de un ratito” o “mira! A ver que vamos a cenar?!” también suele funcionar algo de esto: “ya sé!, vamos a hacer una pizza y luego cuando venga mamá le digo que te dé un beso muy grande”

Esta estrategia suele funcionar, pero ayer mi hija estaba afectada por la primavera y no resultó, de manera que entré en la segunda fase.

En esta fase considero que la cordura comienza a disiparse. Es el momento donde la tensión comienza a ganar su particular pulso. De las frases amables pasamos a un lenguaje un poco más incisivo. Esta puede ser una secuencia lógica aplicando los parámetros de crisis- prolongándose- en- el- tiempo: “Que pena, porque si lloras tanto, no vamos a poder hacer pizza.” “Pues si sigues llorando de esa manera, no vas a cenar” “Creo que no vas a cenar”

A partir de aquí la situación se convierte en insostenible y hay que actuar. Tercera fase. No vale ser blando, hay que tomar decisiones valientes y llevarlas hasta sus últimas consecuencias. “Pues mira, ¿sabes que te digo?, que te vas a ir a la cama ahora mismo y sin cenar, por llorona” “ Tanto ya! La moco esta, que no deja de llorar” Y entonces cumples con tu amenaza.

Al meterla en la cama comenzó a gritar de manera desgarradora. Aquí ya había perdido el control y es cuando se recurre a frases estilo: “ya puedes gritar lo que quieras que ahí te quedas” o “como sigas dando esos gritos te saco a la escalera y te quedas toda la noche ahí fuera”

Viendo que ninguna de mis palabras conseguía aliviar sus gritos y lamentos, decidí ignorarla y prepararme “tranquilamente” mi cena.

Mientras preparaba una ensaladita, unos gritos de “mamááááá, mamáááááá” llenaban la casa. Yo había decidido que por nada del mundo iba a consolarle más, había quemado sus oportunidades. Los gritos y los lloros cada vez eran más fuertes, pero fue en ese momento cuando mi cabeza reaccionó. Comenzó esa búsqueda de espacios de sosiego en situaciones de tensión.

Al oír tantas veces la palabra “mamá”, mi mente comenzó a recordar la serie de dibujos animados de “Marco, de los Apeninos a los Andes”. Una serie que marcó la infancia de mucha gente.

A pesar de los gritos de mi hija, comencé a ver la imagen de Marco corriendo por el muelle despidiendo a su mamá que emigraba a América.

Y lo más curioso es que, a pesar de los gritos y lloros de mi hija, pensé que hoy en día esa serie estaría prohibida en horario de menores, por su crueldad, por su dureza, por el guión… En el primer capitulo Marco se queda sin su mamá, acojonante.

 

Si observamos bien la secuencia, concluyo que es digna de análisis. Marco en un primer momento niega la ausencia de su madre, se revela, no la quiere ver. Luego, en el momento en el que reacciona, llega a caer hasta tres veces. Cuando, por fin ve que su madre se ha ido, se llena de esperanza y promete una búsqueda interminable. Increíble. Analizable

De todas formas, seguro que hay algún estudio de esta serie. De esos estudios que hablan de la relación de Epi y Blas, del hedonismo de Winnie the Poo, del racismo y tendencia sexual de Tintín, de Roberto Alcazar y Pedrín, de la comuna de los Teletubbies, por no hablar de Blancanieves y los siete enanitos…

Bueno, pues eso, que la cabeza te lleva a estas cosas en situaciones tensas. Al final la niña se durmió, pero después de veinte minutos gritando. Uf!

2 comentarios:

  1. Sí, Marco es digno de análisis, pero... ¿y la forma en que te ha llegado a la memoría mientras tu hija lloraba? Eso también es analizable, jeje. Un saludo,

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  2. que gran verdad,..... se nos van cayendo nuestros mitos infantiles con tanta tontería,....Mazinger Z lo catalogarían ahora de sexista con Afrodita y sus "pechos fueraaaaaaaaaaaaaaaaaa",.....

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